Pedir por la paz

"En las escuelas se debe dedicar cuantas horas sean suficientes para eliminar de raíz y de manera absoluta cualquier discurso de odio"

  • Actualizado: 17 de junio de 2025 a las 00:00

En el Diccionario de la Lengua Española hay ocho acepciones para “paz”. Digamos que cada una de las definiciones se orientan más o menos a lo mismo, y la segunda de ellas recoge bastante bien el espíritu casi de todas: “Relación de armonía entre las personas, sin enfrentamientos ni conflictos”. Se puede sustituir “personas” por “países”, “naciones” o “grupos humanos” y la definición seguiría siendo igual de válida. Propone el mismo diccionario como sus antónimos “guerra”, “enemistad” e “intranquilidad”. Y estoy seguro de que si a cien personas les preguntamos si prefieren vivir en paz o en conflicto, las cien responderán que en paz. Es decir, es una realidad muy apreciada por cada uno de nosotros. Lastimosamente, creo que es posible decir que a nuestra sociedad le hace falta armonía. Las diferentes partes de esta comunidad que habitamos no se entienden.

Pienso que a nivel de discurso se pide muy poco por la paz, sobre todo considerando que esa armonía de la que habla el Diccionario de la Lengua Española la hemos perdido. Las Iglesia suelen tener esta buena práctica de pedir por la paz, tanto la cristiana como la paz de los pueblos, pero esa petición debe trascender lo religioso y trasladarse a lo social.

En los medios de comunicación debería hablarse del posible camino para la paz en paralelo al relato de los conflictos. Los líderes de opinión deben ser quienes encaminen a las personas por el camino de la paz y deben evitar, con devoción absoluta y espíritu férreo, la disputa y el conflicto, nadie debe encender un fuego que no le pertenece y que no puede controlar. La exigencia de los diferentes movimientos sociales debe ser siempre la construcción de la paz, con todas las implicaciones que la paz conlleva. Por ejemplo, para la paz es necesaria la justicia y la equidad. En las escuelas se debe dedicar cuantas horas sean suficientes para eliminar de raíz y de manera absoluta cualquier discurso de odio, no importa de qué tipo sea, no debe tener ningún tipo de cabida en la sociedad. Eso por pensar nada más un tema del área de comunicación. El discurso permanente de todos los procesos educativos debe ser inclusivo, pacifista y pacificador. En los hogares es imperativo abogar por la paz, siempre y en toda circunstancia. Afuera se multiplica lo que en casa se aprende.

Yo pienso que si usted hace un plan de vida, por pequeño e improvisado que este sea, uno de sus grandes objetivos debe ser la paz, porque la paz no es ni automática ni casual, es necesario construirla.

Y yo sé que es evidente, sin embargo, es necesario recordar que en la paz es posible una infancia plena, una adultez feliz y una vejez digna. Solamente en la paz es posible una verdadera primavera, solamente en la paz es posible un verdadero desarrollo. Es un requisito ineludible para aquellas sociedades que pretendan vivir en libertad y democracia.

Así que siempre que tenga la posibilidad de dirigirse a una audiencia, sea de manera oral o de manera escrita, puede introducir la buena práctica de pedir por la paz. Además, por supuesto, de actuar para la paz.

Esta, queridos lectores, es una práctica de vida. En cada decisión que tomamos nos acercamos o nos alejamos de los conflictos o de la paz. Sé que a veces no es fácil, pero eso no hace que sea imposible.

Josué R. Álvarez
Josué R. Álvarez
Escritor y docente

Autor de “Guillermo, el niño que hablaba con el mar”, “Instrucciones para un taxidermista” y “De la estirpe del cacao”. Ganador del Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil, el Concurso de Cuentos Cortos Inéditos “Rafael Heliodoro Valle” y el Premio Nacional de Poesía Los Confines.

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