Oscuro país

Cada día que pasa, Honduras se hunde un poco más en la penumbra. No es solo la falta de luz en los hogares, sino la ausencia de soluciones en un gobierno que parece haberse acostumbrado a la ineptitud

  • Actualizado: 02 de junio de 2025 a las 00:00

Cada día que pasa, Honduras se hunde un poco más en la penumbra. No es solo la falta de luz en los hogares, sino la ausencia de soluciones en un gobierno que parece haberse acostumbrado a la ineptitud. Los cortes de energía eléctrica, cada vez más frecuentes y prolongados, no son simples fallas técnicas: son el reflejo de una administración incapaz, de una corrupción enquistada y de un sistema que colapsa mientras el pueblo paga las consecuencias.Frente a esta crítica situación, rogamos que este año no se repita el récord de más de 12 mil apagones ocurridos en 2024, pero es crucial recordar el impacto que tuvieron. Entre abril de 2022 y abril de 2024, los hondureños sufrieron unas 32,371 horas sin energía eléctrica. Se estima que, solo en 2024, las pérdidas económicas diarias por apagones superaron los 30 millones de lempiras.Aparte del perjuicio económico, el suministro eléctrico en Honduras es un juego de ruleta rusa. Algunas zonas sufren apagones de más de 12 horas, paralizando negocios, lo que genera daños a la economía de las comunidades y las familias. La Empresa Nacional de Energía Eléctrica (ENEE), lejos de ser parte de la solución, es un símbolo de despilfarro y mala gestión. Millones de dólares se han invertido en parches temporales, mientras los proyectos de modernización se pierden en la maraña de la burocracia y contratos oscuros, como sus propios apagones.¿Dónde están los planes de contingencia? ¿Dónde están las inversiones prometidas en generación y distribución? El gobierno del socialismo familiar, en lugar de responder, se escuda en excusas: el clima, la “herencia de gobiernos anteriores” o el fantasma del “sabotaje”. Pero la realidad es simple: no hay voluntad política para resolver el problema.Estos apagones no son solo un inconveniente doméstico; son un golpe brutal a la economía. Pequeñas y medianas empresas, que ya luchan contra impuestos absurdos y la extorsión nacida por la endémica inseguridad (que el gobierno es incapaz de frenar), ahora deben enfrentar pérdidas millonarias por alimentos que se echan a perder, maquinaria inutilizada y clientes que se van. Las grandes industrias, hartas de la improvisación, empiezan a mirar hacia otros países con infraestructura confiable.¿Cuántos empleos más deben perderse antes de que el Estado actúe? ¿Cuántas familias deben verse obligadas a elegir entre comprar tortillas o candelas para iluminar su casa? La crisis energética no es un tema técnico; es un fracaso administrativo, una muestra más de que Honduras está gobernada por quienes no sufren las consecuencias de sus propias decisiones.Ante el descontento social, el gobierno responde con “parches”: subsidios temporales, plantas de emergencia sobrevaloradas y discursos vacíos. Lo que realmente necesita el país es una reforma estructural: auditorías independientes a la ENEE, inversión real en energías renovables y la eliminación de los contratos leoninos que benefician a unos pocos.Mientras tanto, el pueblo hondureño sigue esperando. Espera en las largas filas para comprar hielo para preservar sus alimentos. Espera en la oscuridad de un cuarto de hospital, donde los respiradores podrían apagarse en cualquier momento. Espera, mientras las “lámparas” del poder viven en urbanizaciones con generadores privados, ajenos al sufrimiento de quienes los eligieron.Honduras no se merece esto. No merece este presente, ni un futuro a oscuras, ni un gobierno que solo ilumina sus intereses. Los apagones son solo un síntoma de una enfermedad mayor: la indiferencia de una clase política que ha convertido al país en un proyecto frustrado.El pueblo tiene derecho a exigir respuestas. Más allá de las protestas, debe quedar claro: quienes hoy están en el poder tienen nombres y apellidos. Y la historia los recordará no solo por su incompetencia, sino por haber condenado a todo un país a vivir en la oscuridad.

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