En Honduras, votar no es solo un derecho; es un acto de supervivencia colectiva. Sin embargo, en los últimos procesos electorales, millones de votos se botan en la basura de la abstención, bajo la premisa de para qué votar si todos son iguales. Decir “todos son iguales” es la excusa perfecta para no asumir la responsabilidad. No lo son. Hay candidatos que han enfrentado al narco-Estado con nombre y apellido. Existen candidatos de manos limpias; hay candidatos que han denunciado sobornos en el Congreso mientras les apuntaban con el dedo desde la curul vecina. Hay estadistas con formación profesional que estudiaron becados por el pueblo y regresaron para servir, no para servirse.
Compatriotas, no se trata de votar por el “menos peor”. Se trata de votar por quien tenga posibilidad real de ganar y, una vez en el poder, esté dispuesto a desmantelar el pacto de impunidad y corrupción.
Necesitamos diputados que impulsen la ley de extinción de dominio real, no la caricatura que aprobaron en 2018 para simular el combate al narcotráfico.
Necesitamos alcaldes que no entreguen el municipio al crimen organizado a cambio de paz social.
Necesitamos una Corte Suprema que no sea elegida con sobres de dólares en maletines. Así pues, compatriotas, a los que dicen “yo no voto porque no creo en el sistema”: El sistema tampoco cree en ustedes. Por eso los deja sin hospital, sin carreteras, sin justicia. La abstención no derrumba el sistema, lo fortalece.
Cada voto nulo es un voto que le regalan a los mismos de siempre. Honduras no necesita más mártires de la pureza; necesita ocupantes responsables del poder. Gente que entienda que gobernar es sucio, pero que la suciedad se lava con transparencia, no con cinismo. Gente que sepa que el cambio no llega el día de las elecciones, sino los cuatro años siguientes, cuando hay que presionar, vigilar, exigir.
Así pues, este 30 de noviembre, no votes por el candidato perfecto; que no existe.
Vote por el que tenga más probabilidades de derrotar al candidato del narco, del despojo, del pacto de impunidad. Vote pensando en la niña que camina tres horas para llegar a la escuela. Vote pensando en la madre que escoge entre medicina y comida.
Vote pensando en esos más de 200,000 jóvenes que este año cumplirán 18 y merecen un país que no los obligue a irse. No bote el voto, úselo como arma.
Honduras necesita gente comprometida dentro y fuera de las instituciones. Y el primer compromiso empieza marcando la casilla que más duele a los que nos han robado el presente y futuro.