Las medicinas constituyen un elemento vital en la atención médica. Su carencia compromete gravemente la calidad y la credibilidad del sistema de salud y resiente sensiblemente a la persona enferma, usuario habitual.
Por décadas el desabastecimiento de medicinas y otros insumos ha sido cíclico en las instituciones de salud pública en nuestro país. Poco se ha hecho por las sucesivas administraciones de la Secretaría de Salud (Sesal) para superar esta grave falencia. Varios factores convergen en esta delicada problemática: a) Inapropiada programación anual en las unidades brindadoras del servicio; dicho proceso es empírico y no basado en la incidencia y prevalencia local y regional de las patologías. b) Exceso de centralización administrativa y custodia de los medicamentos; lo que enlentece su traslado a los sitios donde se requieren. c) Carencia de una red informática ágil, acerca de las existencias entre los almacenes centrales y regionales y las farmacias de los hospitales y demás centros de atención externa. d) Ausencia de normas de tratamiento consensuadas con los médicos en todos los niveles de atención del sistema. e) Una restrictiva Ley de Contratación del Estado, que impide flexibilidad y agilidad en los procesos de licitación de las medicinas, insumos y equipos extendiendo en demasía el tiempo de ese complicado proceso. Lo anterior contribuye con la pérdida, hurto y despilfarro de las medicinas.
El desabastecimiento de medicinas e insumos es una expresión más de los problemas estructurales de nuestro sistema de salud, que, los sucesivos gobiernos no han tenido la convicción de enfrentar y resolver; reduciéndose las administraciones a una política de “manejo de crisis” que periódicamente surgen en esas instituciones vulnerables, fácil blanco de la crítica demoledora por su recurrente y terca ineficiencia.
La novedosa iniciativa de la Sesal, y que incluye al IHSS, de llevar los medicamentos hasta el hogar de los pacientes con enfermedades crónicas es loable, nunca ensayada en el país hasta donde tenemos conocimiento; deseamos que tenga éxito; no obstante, preocupa su sostenibilidad a largo plazo. Dicha dinámica requiere de una robusta base de datos de los pacientes con patologías crónicas, tales como detalles exactos de su ubicación geográfica, teléfono u otras formas de comunicación y localización; igualmente una sólida, amplia y segura logística de entrega de los medicamentos, la que está complementándose con la contratación de servicios privados, los que, percibimos deben tener costos elevados, pues la actividad de entrega del producto es compleja, extenuante y riesgosa.
Deseamos que esta audaz innovación pase la prueba de la realidad y pueda quedar instalada de manera permanente. Existen otras formas de entrega más organizadas y eficaces por tanto sujetas a menos riesgos y costos con el mismo propósito incluso extensible a todos los pacientes y no solo a los crónicos.
Es de reconocer que parece existir voluntad de encontrar una salida definitiva al viejo problema; aunque la distribución de medicamentos iniciada el presente mes se concentra solamente en la entrega a un subgrupo de pacientes, todavía no toca con innovaciones las raíces fundamentales antes descritas del desabastecimiento recurrente. Es meritorio haber comenzado a solucionar este monumental reto.