Hace unas cinco décadas por la segunda avenida de Comayagüela, espacio donde habitualmente se hacían las protestas populares, marchábamos bajo una de las consignas más populares del momento “si este no es el pueblo, el pueblo dónde está, el pueblo está en las calles exigiendo libertad”, autocríticamente, y hay que decirlo en honor a la expresión de Gramsci quien planteaba en alguna ocasión que “decir la verdad es siempre revolucionario”. La verdad es que, alrededor de aquellas manifestaciones se podía observar que apenas éramos un puñado de manifestantes que nos atribuíamos el derecho de hablar en nombre del pueblo, cuando no era cierto. Lo cual no quitaba que la causa por la que luchábamos dejara de ser justa.
Un movimiento social o político puede empezar siendo un grupo reducido, pero si hay una dirección que sepa estudiar el momento histórico, orientado con una teoría revolucionaria y aplicando formas de lucha que se corresponda con el estado de ánimo de una buena parte de la población, ese movimiento puede devenir en una causa apoyada y defendida por una mayoría de la población. De lo dicho anteriormente hay experiencias sobradas en América Latina. La misma lucha por la independencia, fue una lucha cuya dinámica se fue fortaleciendo en el tiempo y adquirió niveles de profundización en las diferentes naciones de acuerdo con las características particulares de cada movimiento.
En estos días se ha estado hablando mucho del Consejo Nacional Electoral (CNE) y los preparativos para las próximas elecciones del mes de noviembre. Se ha estado dando una situación de conflictividad, bajo una aparente razón que tiene que ver con las decisiones que el órgano electoral ha adoptado. El asunto está relacionado con una interpretación de la norma y particularmente si la decisión adoptada por dos consejeros tiene validez por el hecho que no fue una decisión tomada por los tres integrantes del organismo electoral. Un tema de mayorías y minorías. El origen del problema es otro. El triunfo de Libre no le dio mayoría en el Congreso Nacional y eso llevó a esta joven organización a tratar de imponerse, violando la normativa legislativa, cuando se pudo dialogar y resolver con la oposición una integración que fuera representativa de todos o de la mayoría de los intereses ahí representados, pero no fue así, se siguió el camino del atajo.
En México, en la pasada administración, el partido Morena no contaba con el Senado ni con el Congreso, pero el presidente, Manuel López Obrador, en vez de pelearse e infringir la ley, impulsó un programa de reformas y transformación que al final, ya en las últimas elecciones, su partido logró mayoría en ambas cámaras. En Colombia, el presidente Petro no controla la cámara de diputados, pero eso no ha sido obstáculo para impulsar obras de gran envergadura que ahora le han dado un alto nivel de popularidad. El problema de las mayorías y minorías se resuelve con transparencia y acciones que tengan que ver con más democracia y más garantía de los derechos ciudadanos.
Quien acepta entrar al juego de la democracia electoral, acepta sus reglas y en todo caso lucha por mejorarlas