La historia de América Latina parece estar marcada por vaivenes políticos que van desde posturas progresistas hasta terminar en conductas conservadoras, las cuales más adelante cambian de dirección. Estas oscilaciones han dado origen a la denominada “teoría del péndulo político”, misma que en esencia es una metáfora que describe cómo las orientaciones políticas de un país o región tienden a oscilar con el tiempo entre polos opuestos (por ejemplo: izquierda⇄derecha, mayor intervencionismo ⇄ menor intervención). La idea es que, tras un período de gobierno de una tendencia, la reacción de electores y actores políticos favorece el movimiento hacia la tendencia opuesta.
¿Cuáles son los mecanismos básicos de funcionamiento de esta teoría? Tras la misma se encuentran los siguientes fenómenos: 1) Reacción a excesos o fracasos: si un gobierno percibido como excesivo o ineficaz crea descontento, el electorado tiende a votar por la opción contraria en la siguiente contienda electoral. 2) Fatiga y búsqueda de cambio: después de cierto tiempo la “novedad” desaparece y la gente quiere alternativas. 3) Ciclos económicos y sociales: crisis económicas, escándalos o cambios sociales aceleran las oscilaciones. 4) Efectos de liderazgo y polarización: líderes carismáticos o una fuerte polarización social pueden amplificar el vaivén.
Conviene indicar que la “teoría del péndulo político” ha recibido diferentes críticas, entre las cuales sobresalen: 1) La teoría es un metáfora, no una ley universal: muchos autores advierten que no es una “ley” científica: no siempre se cumple, no define la magnitud ni el período de oscilación, y hay casos donde la continuidad institucional o coaliciones mixtas rompen el patrón. 2) Es una simplificación: reduce la complejidad (factores institucionales, estructura partidaria, opinión pública segmentada) a un movimiento bidimensional, muy cercano a la falacia de la dicotomía.
En síntesis, la teoría del péndulo es una herramienta útil para interpretar tendencias y explicar por qué a veces vemos alternancia marcada entre corrientes políticas, pero debe usarse con cautela: funciona mejor como heurística descriptiva que como modelo predictivo preciso. Para entender un caso concreto conviene examinar factores estructurales (economía, instituciones, líderes, eventos) y no apoyarse sólo en la metáfora del péndulo.¿Acaso lo ocurrido recientemente en Bolivia, Ecuador y Perú marcan un giro político hacia la derecha en América Latina? A pesar de algunos señalamientos de un viraje político conservados en toda América Latina, los tres casos aludidos no son buenos ejemplos para respaldar la teoría del péndulo.Las elecciones de agosto del 2025 en Bolivia mostraron un fracaso estrepitoso del Movimiento al Socialismo (MAS), la fuerza hegemónica de la izquierda desde los 2000. Pese a que los ganadores irán a una segunda vuelta entre candidatos centristas/centro-derecha, lo sucedido únicamente constituye un ejemplo de reacción electoral adversa.
La reelección de Noboa en el Ecuador, cuya orientación es asimilable a una postura del centro-derecha/neoliberal, fue posible gracias al apoyo de una mezcla de promesas de seguridad, gestión económica y rechazo a las figuras asociadas al correísmo. Su gane encaja con un desplazamiento hacia opciones más centristas/ortodoxas fiscalmente y de mano dura en seguridad.Lo sucedido en Perú no es un simple “giro a la derecha” en el sentido clásico: la presidencia de Dina Boluarte ha estado marcada por alianzas con sectores del Congreso de derecha, baja aprobación e incertidumbre institucional. Más que un único cambio ideológico claro, hay un reacomodo partidario y un agotamiento de la confianza en los partidos tradicionales que facilita alternativas de derecha o tecnócratas.
Resumiendo, los tres casos anteriores no apoyan la teoría del péndulo político