La poesía y sus confines

"Hay algo en la poesía que supera esa relación de significado significante que tan grabada tenemos los lingüistas en la frente"

  • Actualizado: 03 de junio de 2025 a las 00:00

Este 2025 asistí al Festival Internacional de Poesía Los Confines en Gracias, Lempira, que se ha convertido en el espacio por excelencia para la poesía hondureña y, por qué no decirlo, centroamericana.

Quisiera destacar algunas imágenes que me quedaron grabadas tal vez para siempre. Al primer evento al que pude asistir fue a una lectura del poeta turco Gökçenur C. y la poeta montenegrina Jana Radicevic. Tanto ella como él no hablan español, así que leían con su voz los poemas en su lengua materna y después el moderador leía la traducción.

Antes de escuchar las traducciones me dije que no las necesitaba, no porque entendiera la lengua, en realidad no tenía ni la menor idea de lo que trataban los poemas y en ese punto ya no me interesaba. Es que hay algo en la poesía que supera esa relación de significado significante que tan grabada tenemos los lingüistas en la frente. El hecho lingüístico es superado absolutamente por la poesía.

Había en esos poemas una emoción, una sensibilidad expresada a través de lo sonoro y lo rítmico que supera cualquier discurso. Uno de los poemas de Gökçenur terminó con un golpe en la mesa y no había nada más que entender, y en mi defensa no fui el único en pensar eso, los aplausos después de la culminación física del poema fueron inmediatos y prolongados, generó algo en el público que pocas veces he visto.

Me quedó en la memoria un Juan Carlos Mestre admirado por cada uno de los presentes, comentado de manera excepcional por el académico y director de la Editorial Universitaria, Carlos Ordóñez, pero sobre todo un Juan Carlos Mestre brillante, que le devuelve a la poesía con sus lecturas algo que la mayoría de los poetas le robamos: lo performático, lo escénico. Ya hace dos años, en el mismo Festival, algo de eso había dicho Fabricio Estrada, una de nuestras voces líricas más brillantes, “la poesía se lee de pie”, recuerdo que expresó, y yo mi próximo poema lo leí de pie y desde entonces procuro hacerlo de esa manera.

La voz de Mestre resonó en cada una de las paredes que lo rodeaban, como seguramente resuena aún en tantos corazones y memorias que logró impactar. Definitivamente no todos los días se tiene a un poeta de esa talla, que más que por su hoja de vida, impresiona por su compromiso con el acto poético en su totalidad. Parece vivir en estado lírico.

Me quedé con los pájaros de un poema y la cama de hospital de otro; con la libertad promulgada en cada verso, con las cadenas a punto de ser rotas y la ceremonia que significan los olvidados. Me quedé con las conversaciones sobre poesía y algunas otras trivialidades, que la misma poesía termina revistiendo de su respectiva seriedad.

Me quedé con la sencillez de los y las poetas, que con su humanismo hicieron un ambiente agradable y sereno. Me quedé con las palabras intercambiadas en forma de libro y con las dedicatorias de esos libros.

Si algún día me preguntan por el sentido de los festivales de poesía diré que son una especie de retiro en los que los poetas y los amantes de la poesía dejan atrás su cotidianidad y se consagran al acto literario. Conocemos otras formas de la poesía y, quizá más importante aún, a otros poetas con su propio camino. Tiene sentido, entonces, irse a uno de los tantos confines de este mundo, lejos del grito salvaje de la vida moderna a pensar y vivir la poesía.

Josué R. Álvarez
Josué R. Álvarez
Escritor y docente

Autor de “Guillermo, el niño que hablaba con el mar”, “Instrucciones para un taxidermista” y “De la estirpe del cacao”. Ganador del Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil, el Concurso de Cuentos Cortos Inéditos “Rafael Heliodoro Valle” y el Premio Nacional de Poesía Los Confines.

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