La paciencia de Juan

"Mi abuelo disfrutaba leyendo las 'Selecciones del Reader’s Digest', con historias y secciones que educaban y entretenían sobre el cuerpo y la vida cotidiana"

  • Actualizado: 15 de agosto de 2025 a las 00:00

Mi abuelo materno gustaba comprar y leer las “Selecciones del Reader’s Digest”, una publicación de origen norteamericano cuya versión en castellano se hizo muy popular desde la década de los cuarenta del siglo XX. Quienes tuvieron la oportunidad de disfrutar sus contenidos, seguro recuerdan sus notables historias y secciones como “Así es la vida”, “Citas citables”, “Enriquezca su vocabulario” o “La risa, remedio infalible”, entre otras.

Cada cierto tiempo aparecía en sus páginas una interesante serie de artículos que explicaba el funcionamiento de distintas partes del cuerpo humano. El cerebro, el estómago, el hígado, los riñones, el intestino, la piel o el pie, la pituitaria, los ojos, la nariz, la lengua o la célula, ya fuera un órgano grande o uno pequeño, el autor se refería con detalle a los pormenores de cada uno de ellos, con tono informativo y educativo. El “propietario” de esas partes era “Juan”, un ser imaginario con un nombre familiar, con el que todo lector podía sentirse identificado y que convenientemente se convertía en “María”, si en el texto debía hablarse de órganos femeninos.

La fórmula fue eficaz y bastante apreciada en la añeja revista, pues sus suscriptores buscaban estas piezas de texto para profundizar su conocimiento sobre anatomía, salud y hasta para presumir su sabiduría ante las amistades. Eran otros tiempos, sin ordenadores, sin internet y en los cuales no todas las personas tenían acceso a enciclopedias o textos educativos relacionados con el cuerpo humano. Así que leyendo sobre “Juan” sabíamos un poco más sobre nosotros como especie humana.

Mientras algunos conocían sobre aquel “Juan” por su acceso a la publicación de origen extranjero, otro “Juan” mucho más popular, también se convirtió en aquellos años en una figura omnipresente en los periódicos y revistas locales. Nacido de las habilidosas manos de los caricaturistas, su figura y detalles lo mostraban de vestir sencillo, apariencia macilenta y no pocas veces desdentado, despeinado y precario en recursos. A diferencia del personaje de la revista, que tenía solo el nombre genérico, pero sin rostro identificable, este otro “Juan” tenía apellido y sus características lo hacían semejante a la mayoría de la población del país. Alguien lo nombró “Juan Pueblo” y cualquiera que lo mirara dibujado, sabía que las palabras que aparecían escritas en un “globo” sobre su cabeza o al lado de su boca, representaban no solo la opinión del artista que lo había diseñado, sino que pretendían ser la expresión colectiva del sentir de aquella población de la cual era, sin duda alguna, vocero inequívoco.

El Juan de la “Selecciones” opinaba sobre salud, pero nunca mostró las emociones y sentimientos que “Juan Pueblo” sí tenía “a flor de labio”: enojo, alegría, tristeza, hastío, decepción, gracias a los trazos y genio de los dibujantes. Últimamente, la paciencia, que antes le era proverbial e inagotable, se le ha acabado, detalle que no debe pasarse por alto, pues no es bueno para la salud propia ni la nuestra.

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