La herencia de una izquierda fallida

"No se puede tener resultados diferentes con las mismas prácticas del pasado, con los mismos recursos y con la misma visión"

  • 04 de diciembre de 2025 a las 00:00

Cuando las ideas del socialismo gozaban de buena salud allá por la década del 70 del siglo pasado, algunos jóvenes de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH) se dieron a la tarea de formar el Frente Estudiantil Socialista (FES) y de esta manera disputarle la dirección del movimiento estudiantil a otros frentes de izquierda y de derecha.

No faltó quien les advirtiera a los jóvenes el error en que habían caído al asignarle el calificativo de “socialista” al frente estudiantil. Aquella experiencia fue efímera, el tiempo y las condiciones duras de represión se encargaron de cerrarle el paso.

Cuando se instauraron algunos gobiernos progresistas en América Latina, en ausencia de aquella vieja izquierda surgida y fortalecida con el triunfo de la revolución de octubre en Rusia en 1917 y que había sufrido su peor derrota en 1991, surgieron muchos líderes políticos en América Latina con la idea de recuperar aquella experiencia vivida durante casi todo el siglo XIX.

Era la nostalgia que como una verdad necia quería abrirse espacio en un mundo diferente. Recuperar aquella experiencia ya no era posible, lo que quedaba era aprender sus lecciones para no caer en los errores en que habían caído algunos de sus dirigentes. En vez de pensar que un mundo diferente era posible o repensar la frase de Fidel Castro cuando advirtió que “una importante especie biológica está en riesgo de desaparecer”, para referirse al ser humano, se privilegió vivir las añoranzas del pasado.

El pecado original del Partido Libertad y Refundación (Libre) consistió en no saber administrar la condición de minoría, se impuso, incluso, para nombrar a su junta directiva la fuerza bruta negando el diálogo. Después todas sus acciones estuvieron orientadas al debilitamiento de la institucionalidad, tanto que, de acuerdo con estudios realizados en América Latina, el Congreso Nacional de la República ha resultado ser uno de los peores evaluados y con costos que sangraban las escuálidas finanzas de una sociedad empobrecida.

No se puede tener resultados diferentes con las mismas prácticas del pasado, con los mismos recursos y con la misma visión que se ha tenido sobre los problemas. Se puede gobernar con una minoría, si se aceptan acuerdos sustantivos con otras fuerzas que estén dispuestas no al reparto de beneficios personales, sino a la sana administración de los asuntos del Estado. Se privilegió el poder para uso y gozo de los que tenían la sensación de que el poder era eterno, olvidándose que esto pasaría factura, tarde o temprano, factura a cargo de los responsables de los abusos y, lo más grave, a un pueblo inocente que sufría con impotencia los agravios de quienes abusaban del poder.

Se emprendió una lucha entre ricos y pobres, sin entender que ese hecho requiere explicaciones históricas y sistémicas que no se resuelven de forma voluntariosa y que lo que se haga por los pobres tiene que ver con un sistema de producción que empodere a los más necesitados, sin quitarle a los que con esfuerzo honrado han acumulado formas de vida aceptables para la convivencia ciudadana.

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