Con las encuestas de opinión que miden la popularidad y opciones de los candidatos, pasa algo parecido a las fiestas infantiles que se celebraban con piñata. Además de ponerse catrín, comprar un regalo y llegar temprano, había que esperar los tres momentos clave de la festividad: el canto del “japiberdeituyu” con su repartición de pastel, la entrega de las bolsitas con golosinas y la quebrada de la piñata, que normalmente antecedía a las otras.
Partir la olla cubierta de papel crepé y papel de China, rellena de confeti, dulces y monedas de baja denominación (las de uno, dos y cinco centavos), era un ejercicio de paciencia, fortaleza, agilidad y astucia. Esperar tu turno con paciencia era el primer reto: con el paso de los años, tu momento de golpear la piñata iba cambiando, pasando a los últimos lugares en la misma proporción en que ibas creciendo. La fortaleza era importante al golpear la figura: si lo hacías bien, cosechabas los frutos, sino te quedabas con las manos vacías, esperando que alguien más lo lograra y aprovechar ese instante. La agilidad para tirarse al suelo era clave para recuperar dulces y pisto, en medio de pies y manos codiciosas.
Pero, la astucia, esa sí era esencial: quien manipulaba el lazo que sostenía la piñata, la alzaba y la soltaba para que uno no pudiera pegarle a la figura. ¡Arriba! ¡Abajo! ¡Abajo! ¡Arriba! ¡Arriba! En ese ir y venir, uno intentaba astutamente
-con paciencia, fuerza y agilidad- atinar al objetivo... usualmente con los ojos vendados y no pocas veces, medio mareado, porque -¿o no se acordaba usted?- a uno lo ponían a girar un par o hasta tres veces para “agregarle dificultad” a la tarea.
Al igual que con las piñatas, los números de medición de simpatía y elegibilidad de los candidatos a cargos de elección suben, bajan, bajan, suben, suben, mientras los asesores (y no pocos aduladores), esperan “con paciencia” a que “la fortaleza” y “agilidad” de su candidato logre el resultado esperado y “los dulces y plata” se desparramen por doquier, para satisfacción de los más avezados. La astucia de quienes definen la estrategia resulta, al igual que en otros campos de la vida, determinante para ver coronados los esfuerzos.
A muchos aspirantes no les gusta conocer que su popularidad y recursos propagandísticos no alcanzan para llegar al puesto deseado. Cuando así ocurre, se molestan con quien hizo una encuesta o varias (“se desquitan con el mensajero”) y cambian estratega (y estrategia), deseando que otra voz (y “números mágicos”) haga “realidad” lo que la naturaleza les niega con crudeza. Dicho de otra manera, como no alcanzan a darle a la piñata -que a veces solo baja, baja y baja- empiezan a creerle a los que dicen que sube, sube y sube, aunque no logren colocar un solo golpe en la figura empapelada ni haya ruido que haga incubar esperanzas.
Por eso resulta “estratégico” hacer creer al público que todavía hay oportunidad de romper la piñata. Así sea con números improbables que, como golpes al aire, hacen lucir a cualquiera muy fiero. (continuará)