La autodestrucción de los órganos electorales

"Nos han demostrado siempre que los resultados se resuelven con manipulación, desde lo básico, alterando las actas, robo de urnas; hasta los cortes eléctricos"

  • Actualizado: 24 de octubre de 2025 a las 00:00

Vienen las elecciones y aunque las argucias de algunos politicastros nos sofocan entre el desasosiego y el sobresalto, podemos estar tranquilos, porque los campeones de la transparencia y la democracia están al mando de los organismos electorales. Nacionalistas y liberales nos han demostrado siempre que los resultados se resuelven con manipulación, desde lo básico, alterando las actas, robo de urnas; hasta los cortes eléctricos, interferencia al sistema y la invasión electrónica.

No olvidamos dos demostraciones emblemáticas del reciente pasado: los fraudes de 2013 y 2017 del tamaño de una cordillera; dejaron boquiabiertos a los observadores internacionales, que al final descubrieron que los golearon, porque no entendieron eso de los votos rurales o que el sistema electrónico se cayera 650 veces y que, tras un apagón, el candidato nacionalista que perdía salió airoso con varios puntos por delante.

Por eso resulta irónico y bastante desfachatado escuchar a nacionalistas mala sombra hablar de fraudes, corrupción y trampas, cuando han exhibido impúdicos sus maestrías y doctorados en estas arterías, y es más que evidente que han tenido a muchos liberales compañeros de aula y que hacían juntos la tarea.

No obstante, para incordio de los sagaces nacionalistas y liberales, frente a las elecciones del noviembre tienen un acompañante incómodo y persistente: el partido Libre, que a fuerza de impresionantes movilizaciones y presión política internacional -que reconoció su altísima militancia y derecho adquirido-, consiguió colocar un representante en el codiciado TSE, y sólo en los comicios de 2021 logró desactivar más de 600 intentos de interferir el sistema para hacer fraude.

Y es que en más de cien años de existencia intermitente y borrascosa, los dos partidos políticos apenas lograron el desarrollo para el país; mientras otras naciones prosperaban resueltas y jubilosas, aquí se mataban y exiliaban entre consignas bipartidistas y golpes de Estado. Rebajaron a Honduras a la peor definición de su nombre: lo más hondo del pozo del subdesarrollo, sólo arriba de la maltratada Haití.

Los hondureños con el mínimo conocimiento de la historia desastrosa, mezclan perplejidad y humor negro cuando miran a los mismos que desvalijaron el Estado, marranearon la democracia y se asociaron con criminales, ofrecerse como los rescatadores de la crisis y los redentores de un pueblo excluido, expoliado, empobrecido.

Es cierto que entre nacionalistas y liberales hay gente buena, pero no están en las planillas ni les prestan la guitarra. Los que sí controlan abyectos estos partidos, desesperados como están -por la incertidumbre del resultado- torpedean el CNE y ahora al Tribunal de Justicia Electoral (TJE), en otra clase magistral de la política tradicional del país; para ellos, si los votos no les favorecen, la democracia es sólo un concepto opcional.

Te gustó este artículo, compártelo
Últimas Noticias