“Oficialmente” inició el período de propaganda electoral para los partidos políticos en Honduras. Sí, inició ese momento mágico donde los candidatos sacan del cajón de las promesas las reliquias sagradas. ¿Qué nos ofrecen? Lo de siempre: educación de calidad, seguridad (para que podamos caminar sin mirar atrás, como en una película de Disney), salud (hospitales con camas voladoras y médicos superhéroes) y empleo (trabajos soñados donde pagan por soñar).
¿Qué innovaciones, verdad? Esto es cada cuatro años que reinventan la rueda, pero resulta que es la misma rueda pinchada. Imaginémonos esto de la propaganda electoral como un gallinero gigante. Los partidos políticos son esas gallinas cacareando a todo volumen: “cloc, cloc, educación, seguridad, salud”. Arrojan huevos por doquier, prometiendo polluelos dorados que resolverán supuestamente todos nuestros males. Pero, ¡sorpresa!, al romperlos no hay embrión.
Solo cascarones vacíos que se acumulan en el basurero de la historia. ¿Por qué? Porque estas gallinas no ponen huevos fértiles, son estériles por diseño. Llevamos décadas en el mismo corral, escuchando los mismos discursos y las falsas promesas. Por estos días escuchamos que la culpa ha sido de los que “gobernaron doce años siete meses”. Otros culparán al bipartidismo liberal-nacional, ese dúo dinámico que se ha turnado en el poder como si fuera un juego de ping-pong eterno. Y cómo no olvidar a los oligarcas, esos titiriteros invisibles que mueven los hilos desde sus mansiones fufurufas, asegurándose de que nada cambie.
Pero, ¿sabes qué? Todos están cortados del mismo árbol podrido. Uno promete cambio con un sombrero rojinegro, otro con azul, pero al final, el fruto es amargo y cae en el mismo bolsillo. ¡Qué entretenido espectáculo! Es como ver una novela repetida de Televisa: el villano (corrupción) siempre gana, la heroína (pueblo) sufre, y el galán (candidato) jura amor eterno... hasta que gana y se olvida de la heroína. Recordemos las elecciones pasadas: promesas de ríos de leche y miel, pero terminamos con sequías y abejas asesinas. ¿Empleo? Sí, para los cuñados, amantes y familiares de los políticos. ¿Seguridad? Para las cúpulas del poder con carros blindados, mientras el ciudadano común esquiva balas en las calles. Esta farsa electoral no solo es un problema de partidos; es de sistema, de un sistema social enfermo que prioriza el show sobre la sustancia. Los candidatos desfilan con sonrisas plásticas y mensajes vacíos, pero, ¿dónde están las propuestas concretas, las reformas estructurales que rompan el ciclo vicioso? En lugar de cacaraquear promesas estériles, debemos exigir planes medibles, transparencia en el financiamiento y mecanismos para castigar el incumplimiento.
Hondureños, ya no seamos más polluelos ingenuos esperando huevos dorados. Es momento de salir del gallinero en que estamos y cuestionar el espectáculo y demandar un cambio genuino. Si no lo hacemos seguiremos en el mismo corral, picoteando migajas mientras las gallinas engordan. Es momento de no seguir aplaudiendo la novela repetida y escribir nuestro propio guion.