Francisco: auténtico, rebelde y sencillo

Francisco nos dejó una huella y una lección inolvidables: es bueno seguir un camino de sencillez, desde todo punto de vista, en el pensar, en el hablar, en el sentir y en el actuar

  • Actualizado: 29 de abril de 2025 a las 00:00

No pretendo que este espacio se convierta en un obituario o necrología, la semana pasada hablé de Vargas Llosa y no pensé (inocente yo) que hubiera otra muerte relevante para el planeta en este mes de abril, pero me resulta inevitable hablar de Francisco, este papa que desde el primer momento de su pontificado impactó con sus actitudes y sus gestos. Para cualquier persona que se somete a la vida religiosa el objetivo siempre será la imitación de Jesús y creo que eso intentó, me parece que con muy buen recaudo.

Poco a poco han brotado del clamor popular las anécdotas, las historias, los datos y los comentarios sobre su vida. Todos dan fe de su calidad humana. Aunque solamente había sido testigo de la muerte de dos pontífices (san Juan Pablo II y Benedicto XVI) percibo sin duda que la de Francisco ha sido la más sentida. Puede también que los tiempos globales hayan contribuido. Pero creo que lo que más ha llamado la atención no es que actuó como actuó en su condición de papa, sino que actuó de esa manera tan humana en su condición de cristiano, y yendo aún más allá, actuó de esa manera en su condición de ser humano.

Después de todo, Francisco evangelizó con cada una de sus actitudes prácticamente cotidianas. Cumplió la misión de mostrarnos un Jesús humano, cercano, misericordioso, amigable, alegre y hasta futbolero, que a mí esto de futbolero me llama muchísimo la atención. Pasa, por ejemplo, con Eduardo Galeano y Albert Camus, que ellos tuvieran y expresaran un gusto por el fútbol provocó que los pusieran al mismo nivel del pueblo. Parece que la afición por este deporte tiene la cualidad de bajar de la nube a los genios, los académicos, los intelectuales y en este caso a un pontífice. Parece que el gusto por el fútbol es un gesto de humildad.

Pero volvamos, pronto se nos olvida que a Jesús lo rodeaban los enfermos, los pobres, las prostitutas, los ladrones, en definitiva, la sencillez y la marginalidad, y eso es lo que nos recordó constantemente Francisco.

Fue un papa rebelde, se rebeló contra las formas sin sentido, el lujo, el materialismo que nos consume, del poseer que nos posee y de la vanidad que nos vacía. A los creyentes nos mostró lo divino a través de lo profundamente humano. Y no diría que fue un papa progresista, como se habla de él e incluso de sus posibles sucesores, sobre todo porque no estoy seguro de que ese sea un concepto que se pueda aplicar del todo a la vida eclesial, es más compleja que eso.

Estoy de acuerdo en que puede que sus ideas se acerquen más a algunas posturas políticas e ideológicas, sin embargo, darle esa etiqueta significa reducirlo a algo muy pequeño y menor, cuando su pensamiento tiene más que ver con la misericordia, la fe católica y el seguimiento de Jesús. Por ejemplo, si nos recordó que la Iglesia tiene los brazos abiertos es porque es lo que habría hecho Jesús, no tiene nada que ver con otras ideas.

Entonces, considero que ya no como cristianos sino como seres humanos, Francisco nos dejó una huella y una lección inolvidables: es bueno seguir un camino de sencillez, desde todo punto de vista, en el pensar, en el hablar, en el sentir y en el actuar. Esta es posiblemente la manera más efectiva de combatir los salvajismos con los que lidiamos diariamente. Nos queda nada más agradecerle su luz.

Josué R. Álvarez
Josué R. Álvarez
Escritor y docente

Autor de “Guillermo, el niño que hablaba con el mar”, “Instrucciones para un taxidermista” y “De la estirpe del cacao”. Ganador del Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil, el Concurso de Cuentos Cortos Inéditos “Rafael Heliodoro Valle” y el Premio Nacional de Poesía Los Confines.

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