Si quitáramos a todos los políticos corruptos, a los que hacen fraude, a los codiciosos de poder, a los inescrupulosos, todavía para mejorar nos faltaría encontrar a los que hablen y piensen en subjuntivo, ya sé que la mayoría de ellos no saben de lo que estoy hablando, pero, igual tenía que decirlo o escribirlo.
Una vista rápida de las desalentadoras planillas para estas elecciones descubre notoria apenas unos cuantos candidatos racionales y juiciosos, contra una recua de personajillos con claras carencias de cordura e inteligencia y con sobrado cretinismo y egolatría, que emergieron ruidosos de las inhóspitas y falsarias redes sociales porque -como decía Borges- la estupidez siempre es popular.
El subjuntivo, que muchos vieron de paso en la primaria y en el bachillerato, va más allá de la gramática y de la jaqueca de los estudiantes. Es el modo verbal que sirve para expresar ideas, deseos, incertidumbres, emociones y juicios de valor; pero es también un pensamiento abstracto, por eso no se nota entre los politicastros simples y vacíos con escasa actividad sináptica.
Que no estamos hablando presumidos de física cuántica ni de la filosofía de Hegel; el subjuntivo es una forma de pensamiento y de expresarse, a veces sin querer, con las personas del entorno -sobre todo las queridas o a quienes se tiene mucho respeto- de una forma más comprensible, delicada y hasta afectiva. De nuevo, no puede hacerlo todo mundo, algunos sólo de forma residual.
Para ser prácticos, podemos considerar algunos ejemplos sencillos en la vida cotidiana: en vez de ordenar con rigor y prepotencia que se haga algo: “¡Hacelo ahorita!”, lo cambiaría por: “Me gustaría que pudiera hacerlo en este momento”; en vez de: “Ayúdame”, decir: “Quisiera que me ayudara”.
Además del lenguaje, también se piensa en subjuntivo en un terreno como la filosofía: se pueden hacer hipótesis y condiciones de lo que podría ocurrir. El pensamiento básico no puede calcular el futuro, se basa sólo en hechos concretos del presente, de certezas, es incapaz de prever una situación determinada y eso lo demuestran repetidamente los rudimentarios políticos hondureños.
El cerebro que funciona en modo subjuntivo por fuerza exige un procesamiento cognitivo más abstracto para medir dudas, posibilidades, emociones y juicios de valor, es decir, hay que evaluar la realidad, tomar una perspectiva subjetiva y anticipar las consecuencias.
Desde luego, esto tiene estudios, como la “Teoría de la relevancia” de Dan Sperber y Deirdre Wilson, que sugiere que el pensamiento subjuntivo mejora la comunicación. Pasándolo en limpio este modo verbal no sólo embellece el lenguaje, también mejora el trato humano y revela una mente capaz de dominar la cortesía, la empatía, el reconocimiento del otro y la apertura al diálogo. Por lo visto, con nuestra fauna política, estamos fritos