Cualquiera que siga con atención el acontecer internacional, no pudo dejar de leer noticias o ver videos del gran show que montó el presidente chino Xi Jinping hace algunos días, con el cual lanzó un claro mensaje a Occidente y, en especial, al presidente estadounidense Donal Trump: China está al mismo nivel de Estados Unidos para competir en todos los escenarios geopolíticos.
China ya es reconocido como una potencia económica y militar, pero la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), con la presencia de 20 gobernantes de países no occidentales, y el desfile militar montado por Xi Jinping a la par de dos líderes “símbolo” del contrapoder a EEUU, Vladimir Putin y Kim Jong-un, le muestran a Occidente que el mundo está ante una realidad bipolar y que la región euroasiática tiene una voz fuerte en el concierto de naciones.
Lo que se trataba de la mayor conmemoración del fin de la Segunda Guerra Mundial (80º. aniversario), resultó ser en realidad, la confirmación de una alianza cada vez más poderosa, pues el eje China-Rusia-Corea del Norte, al que se pueden sumar India y Pakistan, habla de un contrapeso creado por Beijing en contraposición al de Washington y sus aliados europeos e Israel.
Trump calificó el encuentro de Xi, Putin y Kim, como una “conspiración” en su contra, aunque en realidad, más parece que, por el momento, es solamente una demostración para que las voces de estos líderes se tomen con mucha seriedad. No es casualidad que apenas unas horas después de este encuentro, el presidente ruso anunciara que no permitiría tropas extranjeras para verificar una eventual paz en Ucrania.
Hay que destacar también que estamos en presencia de cuatro líderes autoritarios –Trump, Xi, Putin y Kim tienen ese estilo de gobernar–, lo que permite concluir que de ellos no pueden surgir iniciativas auténticas para fortalecer la democracia a nivel global.Entonces, un éxito para Xi Jinping, quien emerge como el líder del mencionado eje, su posición ahora le permite seguir avanzando para buscar aliados más allá de Eurasia. De hecho, no es un secreto que América Latina es uno de sus objetivos y por eso su interés en expandirse comercialmente, mientras que los aranceles de Trump no solo erosionan las relaciones con EEUU, sino que abren las puertas para que sigan los coqueteos y avances de China con la región.
Esto no es nuevo, pues viene ocurriendo desde hace mucho tiempo. La principal prueba de ello es como uno a uno han ido cayendo los apoyos hacia Taiwán –importante aliado de Washington en aquella región del mundo–, al extremo de que, hoy en día, solamente Guatemala, Belice y Paraguay mantienen el reconocimiento y relaciones diplomáticas con el gobierno de Taipéi.
El éxito chino en Latinoamérica se explica por las promesas de inversiones, créditos y acceso a su gigantesco mercado que se hacen a cambio de abandonar las relaciones con Taiwán. Aunque no ha sido fácil, China es ya el principal socio comercial de Brasil, Chile, Perú y Uruguay, y el segundo o el de mayor crecimiento para la mayoría de los demás países.
Alguna prensa y analistas hablan de “un nuevo orden” con China encabezando el contrapeso a EEUU, pero no parece la mejor definición... por para el momento, pero sí se puede decir que las dos cumbres organizadas por Xi, apuntan a lograr la cohesión necesaria para llegar a ese estatus.
La mala noticia es que los polos dominantes –Estados Unidos, China y Rusia– no muestran respeto por los principios democráticos, lo que se traduce en un retroceso a nivel global para este sistema político, que es el que mejor defiende las libertades individuales y colectivas de las personas. Los tres son autoritarios y no gustan de la independencia de poderes, la libertad de prensa, mucho menos que les muestren oposición.
Algunos estudios globales dan cuenta de que en los países democráticos se valoran los principios del sistema, pero también se observa que hay un desencanto por los resultados que observan, al extremo de aprobar a gobernantes autoritarios, “si dan buenos resultados” en materia económica, seguridad y estabilidad en general.
Mientras tanto, Europa trata de definir y consolidarse como un bloque necesario para Washington y mantenerse como baluarte de la democracia. La Unión Europea ha sido firme ante Putin en la guerra de Ucrania y ha tratado de mantener “buenas” relaciones con Trump, quien debiera tomar en cuenta el fondo del mensaje del eje euroasiático, porque sin una alianza eficaz con sus socios europeos, la balanza se puede inclinar en algún momento en su contra.Aún no hay “nuevo orden mundial”, pero estamos en presencia de escaramuzas de uno y otro bando para imponerlo. Lo que ha dejado claro Xi Jinping es que está dispuesto a ser un protagonista decisivo. Por eso realizó el imponente despliegue diplomático y militar que lo hizo ver como el líder de mayor contrapeso ante el que emerge del Salón Oval de la Casa Blanca.