“Dime de qué presumes...”

Es una práctica que vemos con frecuencia, en distintos contextos, sobre temas variados y de boca de individuos o voceros de las más diversas calidades, condiciones e intenciones

  • Actualizado: 11 de abril de 2025 a las 00:00

“Dime de qué presumes y te diré de qué careces”, reza un refrán que hace alusión a aquellas personas que alardean de cualidades, resultados o haberes, pero realmente ocultan sus vicios, omisiones o carencias. Es una práctica que vemos con frecuencia, en distintos contextos, sobre temas variados y de boca de individuos o voceros de las más diversas calidades, condiciones e intenciones.

Desde flirteos amorosos a arengas políticas, pasando por ingeniosas estrategias para la autopromoción -como si se tratara de la venta de un producto-, todos hemos conocido retahílas de inmodestia, que pocas veces soportan el contraste con la realidad y la evidencia. Ya en otras oportunidades hicimos relación de esa manida tendencia local a anunciar la inauguración de obras públicas de formas tan superlativas que, a oídos de un especialista, quizás denoten complejos preocupantes (“se inaugura el edificio más grande de Centroamérica”, “se construye la carretera más larga de la región” o “se estrena el equipo más moderno del istmo”); huelga decir que no importa quien ocupe la cabeza de la gestión gubernativa, apenas cambian los colores, pero se reitera la cansina propensión al engreimiento y jactancia.

En los más recientes comicios primarios e internos, sin que se conocieran todavía los resultados oficiales definitivos, corifeos y protagonistas de los tres plumajes aprovecharon cuanta plataforma comunicacional tuvieron a su alcance para declararse las candidaturas más votadas, los partidos más grandes, transparentes o de mayor crecimiento del país; del mismo modo, antes de que la gente votara, gratuitos representantes de cada enseña partidaria se atrevieron a hacer millonarias proyecciones de voto que chocaron estrepitosamente con la real y cruda estadística del desencanto ciudadano.

Aumento de caudal de votos, pero cribado con papeletas en blanco y nulas que hacen dudar de la “lealtad” (y certeza) del “voto duro”, o la merma sostenida de total de sufragantes entre elección y elección (primaria), privaron de contundencia las expectativas y discursos oficiales, que por mucho que se repitan ad nauseam, no soportan la “prueba del ácido” (capitalizar adhesiones indispensables entre propios y extraños) a pocos meses de la contienda final y determinante del 30 de noviembre próximo. Ajena a esa fingida euforia que ya presume de un “triunfo” hasta hace pocos años esquivo (a menos que se recurriera a aliados extravagantes) o de una esperanzada expectativa después de cuatro o veinte años de llanura, una desconfiada mayoría que ha olvidado la fidelidad y adhesión de antaño observa con detenimiento y recelo todo comportamiento y acción (sincero o petulante) de quienes aspiran a conquistar su simpatía. Curtidos por desencantos y engaños de décadas, no cedieron ante el llamado masivo a “censarse” con un partido ni al pedido de votar por alguno de sus propuestos. ¿Por qué tolerarían los autobombos? ¿No ven que solo serán seducidos por aquellos que respeten su humilde sabiduría?

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