El título viene de un breve poema de Roberto Sosa en que advierte que es fácil dejar a un niño a merced de los pájaros pero difícil “darle dimensión de hombre verdadero”. El bello concepto puede extrapolarse, metafóricamente, a los pueblos del orbe por cuanto nacen ellos en escasas atmósferas de auras sociales que se van poco a poco (décadas o centurias) cuajando hasta hacerlos seres semejantes en los aspectos macros de la temporalidad: pasado, presente y ansia de futuro. Las primeras interrogaciones de las personas y comunidades para averiguar qué somos se expresan en las fórmulas: “de dónde venimos y qué presente nos abriga”, así como “a dónde vamos”. Es el mismo sustento (o acabe) de la filosofía consultada por Sófocles en Grecia o los sabios de la modernidad.
Adicional a que ninguna tesis política nace sin responder a tales preguntas, ya sea en África o el Índico, Asia o, a pesar de su petulancia imperial, Europa, que jamás igualará a América Latina en la prontitud de desarrollo. Pues (no rían) Europa tardó veinte siglos en ser lo que es y solidificar su identidad: ¡Latinoamérica 533 años!
Pero entonces aterrizamos y sembramos nuestro ombligo curioso en Lepaguare, centro geográfico de Honduras según mi previo suegro y piloto Joseph Silverthorne, y descubrimos que lo que caracterizó por siglos a este pueblo despreciado por la élite es su férrea y tenaz resistencia sociopolítica. Una que comenzó con Lempira y Sicumba (más Benito, Entepica, Toreba, Copán Galel) que por décadas contuvieron al hispano. Con Morazán y huestes, que vaciaron el malsano apetito inglés de territorio, y luego, en era republicana, con malas o sanas revoluciones reivindicadoras y refundadoras. Se cometieron errores, obvio, pero la dirección de la brújula social jamás falló.
Arriba hoy, ende, el momento en que se propicia otra fresca ocasión para elegir gobernantes, o sea para reforzar la identidad (o perderla) y para engrandecer la patria (o envilecerla) según los fulanos a quienes escojamos: leales y patriotas o pencos y chabacanos, honestos o corruptos, fieles o farsantes. O por lo opuesto, votando sin vacile a mujeres y hombres serios, disciplinados, mejor si profesionales y erudita(o)s sin tacha y sin miedo, sean del partido que sean ya que esta reflexión carece de intención política sino patriótica, para consagrar un triunfo no solo electoral sino cívico. Pues en noviembre vamos a jugarnos la continuidad de la obra social y física cumplimentada en estos recientes años o la vuelta al pretérito, al deterioro y la malversación del alma nacional. To be or not to be es el dilema: retrocedemos o proseguimos.
Además que arribado el siglo XXI es absurdo que continuemos repitiendo provincianos y analfabetos errores arcaicos, aquellos de elegir por fanatismo y devoción (el voto duro) sin analizar la conveniencia patria. Ni el burro adopta conductas tan brutas y arbitrarias. Le pones gota de azúcar en la sal y rebuzna. Golpeas al gato y rencora. Humillas al perro y en algún instante muerde por vengativa reacción. Cierto dicho obsoleto advierte que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra, siendo lo difícil y mejor, cual afirmara el sufrido bardo, “darnos dimensión de pueblo verdadero”.