¿Continuismo o cambio? La trampa del voto de castigo

Podrá el nuevo gobierno romper el ciclo de fracasos y decepciones? Será difícil que lo logre si no aprende de los errores del pasado

  • Actualizado: 06 de noviembre de 2025 a las 00:00

Cada cuatro años nos hacemos la misma pregunta: ¿queremos lo mismo o queremos cambiar? Pero, ¿realmente cambian las cosas? Tal vez cambian las caras, pero no los resultados. Nos emocionamos con las elecciones, las peleamos, las sufrimos, las lamentamos... y aun así, las anhelamos. Votamos no porque creamos en alguien, sino porque ya no aguantamos a los que están. Y después de unos meses -o semanas- volvemos al desencanto. Cada vez menos es una “luna de miel”, cada vez más es un “romance de una noche”.

Según la encuesta Le Vote, publicada el 15 de octubre, el 61% de los encuestados afirmó que sí votará en las elecciones de noviembre. Sin embargo, la mitad -un 50%- se declaró decepcionada y un 70% dijo estar “poco” o “nada” interesado en la política nacional. ¿Qué nos dicen esos números? Que estamos atrapados en la trampa del voto de castigo. No votamos por esperanza, votamos por despecho. No votamos por lo que viene, sino por lo que vino. La trampa del voto de castigo nos vuelve cortoplacistas. Lo único que queremos es un respiro, que bajen los decibeles del caos e incertidumbre. Pedimos mejores gobiernos, pero los partidos políticos están más preocupados por llegar al poder..., y luego por no soltarlo. Entonces, hartos de lo mismo, castigamos con nuestro voto. Y así, vuelve a empezar un nuevo el ciclo de abusos, corrupción e incompetencia.

Se dice que Honduras vive una regresión democrática, que el autoritarismo ha capturado las instituciones y que por eso tenemos elecciones accidentadas y malos gobiernos. Pero eso es solo la punta del iceberg. El autoritarismo es tan parte de la historia hondureña como la misma democracia. La solución no es solo tener más democracia y menos autoritarismo. Eso, por sí solo, no garantiza mejores gobiernos ni desarrollo. De hecho, muchos países desarrollados lograron grandes avances siendo autocracias.

Entonces, ¿cuál es la clave para superar la trampa del voto de castigo? Pues, está en la calidad de los liderazgos, en las élites que forman coaliciones en la parte más alta de la pirámide social. Cuando escucho a un hondureño lamentarse de vivir en el subdesarrollo, pienso en la historia de Dinamarca. Hace 300 años Dinamarca estaba al borde del colapso. Fue entonces cuando el rey Federico VI impulsó la reforma agraria y modernizó la administración pública. Esto no fue un gesto populista, sino una necesidad de supervivencia política. Ese simple acto desencadenó una reacción en cadena que cambió la historia del país. Pero el cambio no vino solo de escuchar: vino de reducir la distancia entre las élites y la gente común, y de lograr acuerdos entre las élites
mismas.

¿Podrá el nuevo gobierno romper el ciclo de fracasos y decepciones? Será difícil que lo logre si no aprende de los errores del pasado. El primer aprendizaje está claro: ningún gobierno puede gobernar solo.

Te gustó este artículo, compártelo
Últimas Noticias