Baby boomer del 61

No es por presumir, pero si uno analiza los eventos, inventos y valores que marcaron nuestra época, resulta claro que crecimos en el mejor momento posible de la historia. ¡Y lo seguimos disfrutando!

  • Actualizado: 11 de febrero de 2025 a las 00:00

Los baby boomers (1949-1968) hemos sido, sin lugar a dudas, la generación más afortunada de la historia moderna. No es por presumir, pero si uno analiza los eventos, inventos y valores que marcaron nuestra época, resulta claro que crecimos en el mejor momento posible de la historia. ¡Y lo seguimos disfrutando!

Para empezar, fuimos testigos del nacimiento de inventos que revolucionaron la humanidad. Imagínese esto: vimos llegar la televisión a colores, algo que hoy suena trivial, pero que en su momento era como tener un pedazo de magia en el salón de casa; y aunque solo había dos canales, siempre había algo que ver; si no, estaban esos libros llenos de aventuras y peligros (porque antes leíamos).

Luego llegaron los casetes, el walkman, las computadoras personales y, eventualmente, internet. Cada avance era un salto al futuro, y nosotros lo abrazábamos con la misma curiosidad de los niños de siempre. El carro familiar era el símbolo de libertad que nos llevaba al drive-in por un helado o al puerto a esas inolvidables vacaciones.

Nuestras costumbres de juego también eran insuperables. Antes de que las pantallas nos conquistaran, jugábamos a cualquier cosa con cualquier cosa, al trompo, a los maules, a la pelota. Cada tarde en el barrio Los Andes de San Pedro Sula -en ese entonces lleno de potreros- se convertía en una aventura, éramos unos diez cipotes con reglas que inventábamos sobre la marcha. ¿Y qué decíamos cuando alguien se quejaba? -Si te enojás, te salís-. Era un mundo analógico, lleno de creatividad, donde cuatro balineras y unos palos podían transformarse en un carro de carreras, o la horqueta de una rama, en una certera honda.

También hay que reconocer la disciplina que se nos inculcó. No existía eso de “ahorita no papá”; nuestros padres tenían métodos mucho más directos. Una mirada severa era suficiente para corregir cualquier travesura que se pensara cometer, los cómplices eran condenados por igual; y el acto de “sacarse la faja” era garantía de castigo. Aprendimos a respetar a los mayores, a pedir permiso y a decir “gracias” y “por favor”. Eran valores básicos, pero poderosos, que nos moldearon como personas responsables y respetuosas.

Nuestra generación vio que el esfuerzo y el trabajo duro eran la única clave del éxito. Supimos lo que significaba ahorrar para algo que realmente queríamos, y el placer de obtenerlo después. Aprendimos a valorar las pequeñas cosas: una comida en familia o una tarde noche escuchando “Cuentos y leyendas de Honduras”.

Francamente, ser un baby boomer es haber tenido lo mejor de ambos mundos: la inocencia de un pasado menos complicado y las oportunidades de un futuro lleno de posibilidades. Soy de esa generación que jugó en la calle, luego aprendí a programar computadoras y hoy veo el nacimiento de la era espacial comercial, de la inteligencia artificial y de los robots. Si eso no es ser afortunado, ¿entonces qué es?

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