1968: elecciones municipales

Al igual que en 1965, el CCE de la tendencia de izquierda democrática ordenó a las municipalidades liberales permanecer alejadas de sus oficinas públicas

  • Actualizado: 03 de septiembre de 2025 a las 00:00

Programadas para marzo de ese año, enfrentaron nuevamente a los dos partidos tradicionales: el Nacional, liderado por Ricardo Zúniga, contando con el respaldo del presidente López Arellano (electo por la Constituyente de 1965, con mayoría de diputados nacionalistas), y el Liberal, con un Consejo Central Ejecutivo en que la corriente izquierda democrática, contando con el respaldo de influyentes empresarios sampedranos integrantes de la Cámara de Comercio e Industrias de Cortés y la dirigencia del poderoso movimiento sindical norteño, liderado por Céleo González y Óscar Gale Varela, había logrado desplazar a partir de junio de 1965 al rodismo de los cargos directivos, integrados por Roberto Suazo Córdova, Juan Murillo Durón, Jorge Bueso Arias, entre otros, leales a Modesto Rodas Alvarado.

El Consejo Central Ejecutivo liberal, electo en 1966, integrado por Rodolfo Pastor Zelaya, Edgardo Paz Barnica, Gilberto Osorio Contreras, José Medina González, J. Leonardo Godoy y Carlos F. Hidalgo, tal como indica el historiador Darío Euraque, “formuló una nueva visión política, que culminó el 31 de diciembre de 1966, con la adherencia formal a lo que se llamó la izquierda democrática en Latinoamérica. La izquierda democrática hondureña sostenía que batallar con los modernos problemas sociales demandaba que el liberalismo modificara sus puntos de interés en varios aspectos: (1) la organización de la sociedad; (2) libertad y derechos individuales; (3) el papel del Estado; (4) relaciones internacionales y (5) igualdad social. La izquierda democrática consideró la modificación de su ideología (...) especialmente porque la sociedad hondureña en las últimas décadas había sufrido cambios significativos. Estos incluían: (1) el ascenso del movimiento de la clase trabajadora; (2) el ascenso de las organizaciones representantes de la empresa privada; (3) el movimiento por la integración económica; (4) los nuevos partidos políticos en ciernes.

Nuevamente, el Partido Nacional, auxiliado por fuerzas oficiales, recurrió a la violencia y represión para imponerse en las urnas: “El 31 de marzo de 1968, López Arellano y los nacionalistas perpetraron un fraude electoral como el de 1965. Los nacionalistas consiguieron 235 de 260 alcaldías. Al igual que en 1965, el CCE de la tendencia de izquierda democrática ordenó a las municipalidades liberales permanecer alejadas de sus oficinas públicas. Las municipalidades de la costa norte obedecieron, con la excepción crucial del alcalde de San Pedro Sula, que cambió su lealtad hacia la corriente principal del liberalismo de Villeda Morales”.

Además de ser un año electoral, a nivel municipal, 1968 presenció la huelga general empresarial-obrera en la capital industrial del país, huelgas magisteriales, toma de tierras por campesinos, deterioro creciente en los términos comerciales respecto al resto de naciones centroamericanas miembros del Mercado Común, en tanto las tensiones con El Salvador se acumulaban tanto por incidentes fronterizos y por la presencia de alrededor de 300,000 salvadoreños residentes en Honduras, la mayoría con carácter de indocumentados, la mayoría viviendo en zonas rurales, excluidos de poseer tierras en aplicación de la Ley de Reforma Agraria, cuya implementación era coordinaba por Rigoberto Sandoval Corea, director del INA.

Consúltese “El capitalismo de San Pedro Sula y la historia política hondureña (1870-1972)” por Darío Euraque.

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