Por Jin Yu Young / The New York Times
Dos toros, cada uno de más de 590 kilos de peso, embisten con sus cabezas y astas mientras sus músculos saltan bajo sus aterciopelados pelajes.
Pelean en un arenero en el centro de un estadio mientras la multitud los vitorea. “¡Túmbalo, bribón!”, grita un espectador.
Esta pelea entre toros en la Corea del Sur rural no termina con la muerte, sino con la huida de uno de los combatientes. El ritual es motivo de orgullo para los pueblos de las colinas del sur del País.
Los toros suelen iniciar su carrera pugilista a los 2 o 3 años. Entrenadores los hacen jalar piedras y subir montañas para desarrollar fuerza y resistencia.

En Corea del Sur es ilegal herir animales por juego o entretenimiento, pero las justas de toros están exentas porque la Ley de Protección Animal de 1991 no aplica a actividades clasificadas como “juegos populares”.
En el Estadio Taurino de Cheongdo, cerca de la ciudad de Daegu, se rocía a los toros con desinfectante antes de las justas para reducir el riesgo de infección.
Los surcoreanos críticos de la actividad la califican de maltrato animal. Han pedido a los gobiernos locales que recorten el financiamiento que apoya los encuentros en los estadios y están presionando para cerrar la laguna legal de la ley de 1991.
Pero los dueños de toros insisten en que los animales combatientes reciben un buen trato. Los entrenadores desinfectan las heridas y aplican crema anestésica alrededor de los cuernos para minimizar el dolor.

El estadio Cheongdo abrió en el 2011 y tiene capacidad para unas 12 mil personas. Estaba salpicado de espectadores cuando comenzó el primer combate un domingo reciente. Pero a medida que avanzaba el día, las butacas se llenaron.
Los combates duran desde unos segundos hasta media hora. Son populares en parte porque es una de las pocas actividades en las que los surcoreanos pueden apostar.
Para algunos aficionados, las justas de Cheongdo son un ritual. “Puedo vitorear, gritar, aplaudir y liberar todo mi estrés”, dijo Park Kyung-won, de 56 años, quien ha asistido todos los fines de semana durante los últimos dos años con su esposo.
En días buenos, comentaron, han ganado 2.5 millones de wones, o unos mil 800 dólares.
Las justas de toros tienen siglos de estar arraigadas en la cultura coreana. Se les describe en cuentos populares coreanos desde el siglo 16, y un toro ganador sigue siendo una insignia de honor para su ciudad natal.
“Algunos no comprenderían el inmenso orgullo que sentimos cuando nuestro toro gana”, comentó Kim Chang-sub, cuya familia ha criado y entrenado a los animales durante generaciones.
Eso explica por qué los toros comen tan bien. Su alimentación incluye frijoles, ginseng y anguila.
“Los toros son como niños”, afirmó Park Jae Sung, director de justas de toros en el estadio de Cheongdo y propietario de tercera generación. “Su instinto es pelear y demostrar quién es el rey”.