Por Steven Lee Myers/ The New York Times
Desde su regreso a la Casa Blanca en enero, el Presidente Donald J. Trump ha desmantelado los esfuerzos del Gobierno estadounidense por combatir la desinformación extranjera. La importancia de esto se puede apreciar ahora en Moldavia, una pequeña, pero estratégica nación europea que, desde el final de la Guerra Fría, ha recurrido a Europa y Estados Unidos para liberarse de la sombra de Rusia.
La Administración Trump ha recortado drásticamente el apoyo diplomático y financiero a la lucha del País contra la influencia rusa, incluso al tiempo que el Kremlin ha llevado a cabo lo que investigadores y funcionarios europeos describen como una intensa campaña para influir en las elecciones parlamentarias de Moldavia, programadas para el 28 de septiembre.
Los rusos han inundado las redes sociales con publicaciones, vídeos y sitios web falsos que se difunden en TikTok, Telegram, Facebook, Instagram y YouTube utilizando herramientas de inteligencia artificial cada vez más eficaces.
Una publicación se hizo pasar por OK!, la revista de famosos con sede en Nueva York, en un intento de difamar a la Presidenta de Moldavia, Maia Sandu, con una acusación absurda que involucra a donantes de esperma famosos.
Hace un año, cuando Moldavia celebró sus últimas elecciones, los funcionarios de la Administración Biden buscaron contrarrestar este tipo de campañas, instando a plataformas como Meta, propietaria de Facebook e Instagram, a intensificar sus esfuerzos por identificar troles o cuentas falsas. Ya no.
El Departamento de Estado de EU se negó a hablar sobre las operaciones de influencia de Rusia en Moldavia.
Aunque Trump ha desestimado repetidamente la interferencia rusa en las elecciones como un engaño, las operaciones encubiertas de influencia del Kremlin han sido bien documentadas —incluyendo en las elecciones presidenciales estadounidenses del año pasado y en comicios este año en Alemania, Polonia y Rumania.
El objetivo de Rusia ahora es mantener a Moldavia, una antigua república de la Unión Soviética, bajo su control. WatchDog, un consorcio de investigadores en Moldavia, dijo en un reporte el mes pasado que había encontrado más de 900 cuentas vinculadas a Rusia trabajando juntas en las aplicaciones más populares del País.
Sandu afirmó que las acciones del Kremlin representan “una amenaza directa para nuestra seguridad nacional, nuestra soberanía y el futuro europeo de nuestro País”.
Kristina Wilfore, investigadora en Reset Tech, una organización internacional sin fines de lucro que rastrea amenazas en línea, señaló que las narrativas rusas a menudo tenían un tono misógino.
“La guerra del Kremlin contra las mujeres es una guerra contra la democracia”, afirmó Wilfore, señalando ejemplos de otras funcionarias que han sido blanco de los rusos, como Annalena Baerbock, Ministra de Asuntos Exteriores alemana, y Jacinda Ardern, ex Primera Ministra de Nueva Zelanda.
© 2025 The New York Times Company