Por Heather Knight /The New York Times
SAN FRANCISCO — En Delirium, un bar del barrio Mission de San Francisco, la decoración es oscura, las bebidas cargadas y las emociones a flor de piel. Los punk rockers y los lugareños de toda la vida de aquí tienen aspecto rudo, pero están de luto.
Kit Kat, un gato de bodega, solía merodear por la manzana y colarse en Delirium para que le rascaran la barbilla. Todo el mundo conocía al gato, cariñosamente apodado el Alcalde de la Calle 16.
Pero poco antes de la medianoche del 27 de octubre, el gato atigrado fue atropellado frente al bar y dejado por muerto. ¿El culpable? Un taxi autónomo.
Cientos de animales mueren cada año atropellados por conductores en la Ciudad. Pero la muerte de un gato, aplastado por la rueda trasera de un taxi autónomo Waymo, ha enfurecido a algunos residentes del barrio Mission que amaban a Kit Kat —y provocado consternación entre quienes resienten la creciente automatización en la sociedad.
“¿Waymo? ¡Ni loca! Me dan pavor”, dijo Margarita Lara, una cantinera. “Ahora hay muchísimos”.
En las redes sociales algunos lamentaron la proliferación de taxis autónomos en la Ciudad y otros preguntaban por qué no había habido la misma preocupación por los peatones y mascotas atropellados por conductores humanos a lo largo de los años.
Antes de que la muerte de Kit Kat acaparara los titulares, Waymo iba viento en popa. La empresa de autos autónomos, propiedad de Alphabet, la empresa matriz de Google, lanzó su servicio de taxis en San Francisco en el 2024 y ahora cuenta con una flota de mil vehículos en el Área de la Bahía.
Y Grow SF, un grupo político moderado con vínculos con la industria tecnológica, halló que el apoyo de los electores de San Francisco por Waymo había aumentado al 67 por ciento en julio de este año, contra el 44 por ciento en septiembre del 2023.
Aún así, la muerte de Kit Kat ha dado nuevos argumentos a los detractores. Estos sostienen que los taxis autónomos le roban pasajeros al transporte público, eliminan empleos y enriquecen a los ejecutivos de Silicon Valley.
Jackie Fielder, una supervisora progresista de San Francisco, presentó una resolución municipal tras la muerte de Kit Kat que pide a la Legislatura estatal permitir a los electores decidir si los autos autónomos pueden circular donde viven.
“Se puede hacer que un conductor humano rinda cuentas y la policía puede localizarlo si se trata de un atropello con fuga”, dijo. “Aquí no hay nadie que rinda cuentas”.
En Randa’s Market, donde la dueña acogió a Kit Kat hace seis años para que cazara ratones, gente ha dejado muestras de cariño. En un árbol afuera colgaba un dibujo del gato con una aureola. “Salva a un gato”, decía. “¡No viajes en Waymo!”.
En el árbol contiguo había un mensaje de otro tipo. “Waymo mató al gato favorito de mi pequeño”, decía un cartel. “Conductores humanos mataron a 42 personas el año pasado”. (Según datos de la Ciudad, conductores humanos mataron a 43 personas en San Francisco el año pasado).
La Ciudad no lleva un recuento de cuántos animales mueren atropellados por autos cada año, pero la cifra es de cientos, dijo Deb Campbell, del Departamento de Cuidado y Control de Animales de San Francisco.
En un comunicado, Waymo no negó que uno de sus vehículos hubiera atropellado a Kit Kat. Sin embargo, afirmó que sus vehículos eran mucho más seguros que los conducidos por personas, registrando 91 por ciento menos accidentes graves en un estudio de la compañía.
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