Morante de la Puebla se retira tras su triunfal tarde en Madrid: “Sentí un agotamiento artístico”

Aclamado y atormentado, Morante de la Puebla se despide de los ruedos tras su triunfo en Madrid, agotado artística y emocionalmente

  • 18 de noviembre de 2025 a las 15:53
Morante de la Puebla se retira tras su triunfal tarde en Madrid: “Sentí un agotamiento artístico”

Por Jason Horowitz/ The New York Times

LA PUEBLA DEL RÍO, España — José Antonio Morante Camacho, discutiblemente el mejor torero de su generación, yacía tendido boca arriba en el centro de la plaza.

Un toro de 550 kilos lo acababa de lanzar por los aires, provocando un grito ahogado entre el público que abarrotaba Las Ventas de Madrid, la plaza de toros más venerada de España.

Mientras el torero de 46 años, conocido como Morante de la Puebla, repasaba mentalmente su cuerpo lleno de cicatrices, otros matadores se apresuraron a sacarlo del redondel y ponerlo a salvo. En el perímetro de la plaza, se levantó, hizo una mueca y caminó hasta que pasó el dolor. Finalmente, regresó a la lidia, atrayendo al toro con elegantes movimientos de su capote que arrancaron gritos de “¡olé!”.

Cuando terminó, el toro yacía muerto, sus orejas, un preciado trofeo, fueron entregadas a Morante y una lluvia de pañuelos blancos ondeó en señal de admiración.

El torero abrazó al principal político de extrema derecha de España, bañado en una lluvia de flores, banderas españolas y puros. Con lágrimas en su rostro curtido, se quitó una coleta simbólica que llevaba prendida en la nuca.

Todos los que lloraban con él sabían lo que eso significaba. Morante de la Puebla se retiraba.

“Sentí un agotamiento artístico”, dijo Morante unos días después de la corrida del 12 de octubre, en su finca a orillas del río en La Puebla del Río, su pueblo natal a las afueras de Sevilla. En oraciones susurradas con voz pausada, Morante afirmó que no sentía que sus habilidades hubieran disminuido y que su trayectoria había ido “en ascenso, ascenso, ascenso”. Pero, añadió, “he decidido retirarme antes de caer”.

La retirada de Morante priva a los aficionados a la fiesta taurina de una leyenda admirada por su arte, valentía e imaginación. El líder del partido nacionalista Vox, Santiago Abascal, tenía en Morante un vínculo directo con los seguidores más acérrimos de un arte cada vez más polarizador y con tintes conservadores. Pero incluso muchos de los españoles que quieren seguir el ejemplo de algunas regiones y prohibir las corridas de toros en todo el País valoraban a Morante como un personaje singular, no solo por sus patillas y sus atuendos de banda de rock psicodélico, sino también por su valentía al lidiar públicamente con sus problemas de salud mental.

“Existe, y no me gusta engañar a nadie”, dijo mientras bebía café para acompañar el medicamento que, dijo, lo debilitaba y le provocaba fluctuaciones de peso. Habló de su experiencia con la terapia electroconvulsiva, su diagnóstico de despersonalización, sus arranques de llanto y su decisión de pasar gran parte del año en Portugal porque, dijo, “mi médico está allí”. Y aunque reconoció que sus fans le agradecen por ayudar a desestigmatizar las enfermedades mentales, añadió con una sonrisa temblorosa que “es más difícil enfrentarse a un toro”.

A los seis años, enfrentó a su primer novillo en un corral local y sufrió su primera colisión. Pero se levantó. “Sentí que algo imparable fluía por mis venas”, dijo.

Abandonó la escuela y falsificó documentos a los 14 años para participar en corridas de toros. A los 17 debutó como matador, contra los deseos de su madre. Recordó su “belleza” juvenil y su éxito. Pero a los 20 años, relató, su madre lloraba al oír su plan de casarse e irse de casa. Ese día, dijo, sufrió una crisis mental.

“Me miré al espejo. No me reconocía”, dijo. Empezó a llorar desconsoladamente y sintió como si estuviera fuera de su propio cuerpo. Un médico le diagnosticó depresión y trastorno disociativo.

En el 2008, tras tres años de matrimonio y el nacimiento de un hijo, se separó de su primera esposa. Dijo que se acostumbró a la soledad causada por su condición, que fue agravada por la soledad de enfrentar toros en la plaza. Sin embargo, su carrera floreció. Morante ganó —y gastó— millones.

En el 2010 se volvió a casar. Pero con la llegada de dos hijas, la elección de un Gobierno de izquierda claramente hostil a la tauromaquia puso en peligro su profesión.

Morante dijo que acudió a pedir ayuda a Abascal, el líder de extrema derecha que, dijo, “no sabe mucho” de la fiesta brava, pero que apoyaba con entusiasmo a un héroe para su base política.

Los triunfos de Morante atrajeron a un público más numeroso, y la tauromaquia se popularizó entre los jóvenes conservadores. Pero sus demonios internos lo atormentaban.

De acuerdo con sus confidentes, su estado de ánimo variaba dramáticamente. En algunas corridas se ausentaba, y en otras, lidiaba toros cuyo aspecto no era de su agrado con actuaciones eficientes, pero indiferentes.

Recuperó el rumbo con la ayuda de Pedro Jorge Marqués, un amigo de la infancia portugués que se había convertido en dentista y era su representante, y que vivía con la madre de Morante cuando estaba en Puebla.

El 12 de octubre, dijo Morante, había hecho un pacto con Dios que si triunfaba en Madrid, se retiraría. “La combinación de mis problemas de salud mental y el sufrimiento, no era una situación feliz”, dijo. “Pero sí de satisfacción. Por haber cumplido un sueño”.

Y como en un sueño, miles de jóvenes aficionados irrumpieron en la plaza y lo sacaron en hombros por la puerta de honor.

El problema ahora, dijo, era que no tenía otros intereses. “Nada”, repitió. Contrario a los rumores propagados en el mundo taurino, aseguró que él y su esposa seguían juntos, aunque, añadió encogiéndose de hombros, “no sé hasta cuándo”. Un granjero local que le dejó un par de faisanes dorados para criarlos en la granja rompió a llorar cuando Morante le firmó una de las capas apiladas en la cocina.

“¿Qué más voy a hacer con ellas?”, dijo Morante.

Sus ojos cansados se iluminaron cuando Marqués le dijo que los promotores ya estaban planeando su regreso.

“Soñé con eso”, dijo Morante, añadiendo, “No lo llamemos retiro total. Es un descanso”.

“Sentí un agotamiento artístico”.

José Bautista contribuyó con reportes a este artículo.

© 2025 The New York Times Company

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