Por: Anupreeta Das
y Hari Kumar | The New York Times
PRAYAGRAJ, India — Muy por encima de los millones de peregrinos hindúes que caminan por los terrenos del Maha Kumbh Mela, el Primer Ministro Narendra Modi de India sonríe desde panorámicos y carteles hasta donde alcanza la vista. En otros lugares, figuras de tamaño natural del líder, luminosas por la noche, muestran sus manos cruzadas a modo de saludo.
El Maha Kumbh, un festival espiritual considerado la mayor reunión de la humanidad, se lleva a cabo este año en la ciudad de Prayagraj, donde se encuentran los ríos Ganges y Yamuna. Los hindúes creen que allí se une a ellos un tercer río mítico llamado Saraswati. Multitudes de devotos se sumergen en las aguas sagradas con la creencia de que hacerlo los purgará de los pecados y les otorgará la salvación.
Es un espectáculo fascinante. Hay monjes cubiertos de ceniza, ascetas desnudos, sacerdotes con pasta bermellón en la frente, peregrinos comunes y corrientes, turistas con palos para selfies y extranjeros asombrados. También es una hazaña de planeación urbana, una megalópolis de la noche a la mañana construida en terrenos tomados prestados del Ganges en retroceso en el Estado de Uttar Pradesh, con tiendas de campaña, baños, caminos, iluminación e incluso máquinas expendedoras de boletos.
Para Modi y su estrecho aliado Yogi Adityanath, el monje hindú de línea dura que es el Primer Ministro de Uttar Pradesh, Maha Kumbh ofrece una oportunidad de comercialización como ninguna. Es una plataforma para mostrar los logros de India —y, por tanto, los propios.
La sensibilidad política del evento quedó evidente el mes pasado cuando 30 peregrinos murieron y 90 resultaron heridos en una estampida, según recuentos oficiales. Modi expresó su pesar y ofreció ayuda, pero por lo demás se mantuvo alejado de la trágica noticia. Para él, el Kumbh representa una oportunidad importante para promocionarse como el hombre que transformará India en una nación bien gobernada, eficiente, conocedora de la tecnología y amigable con los negocios.
Una imagen positiva del festival también ayuda a Modi, un nacionalista hindú, a satisfacer el deseo entre su base derechista de promover un glorioso pasado hindú.
Modi “es alguien que ha mezclado religión y política, religión y Estado”, dijo Nilanjan Mukhopadhyay, un autor que ha seguido el ascenso de la derecha hindú en su intento por desarraigar los cimientos laicos establecidos por la Constitución de India.
El Kumbh Mela y otros baños rituales tienen siglos de practicarse. La leyenda hindú sostiene que cuando dioses y demonios pelearon por una jarra, o “kumbh”, del néctar de la inmortalidad, los dioses derramaron gotas en cuatro lugares —cada uno una ciudad india que celebra un Kumbh Mela cada 12 años. (El festival termina el 26 de febrero).
Los festivales de Kumbh Mela han aumentado constantemente en tamaño a lo largo de las décadas, de una asistencia total de unos cuantos millones de personas a cientos de millones, a medida que mejor infraestructura e instalaciones atrajeron a más peregrinos.
Los pósters del Gobierno estatal han promovido el Maha Kumbh como “divino, grandioso, digital” —un giro moderno para un País que se ve a sí mismo como un modelo de innovación de alta tecnología local.
La tecnología digital ha facilitado a las personas orientarse. Códigos QR proporcionan enlaces a hoteles, comida, asistencia de emergencia y a las autoridades administrativas del Mela. Entre esas ofertas se encuentra un código con una liga a los “logros” del Gobierno estatal.
Pero para muchos de los millones de peregrinos, la maravilla del Maha Kumbh Mela no es política ni organizacional.
Dharmendra Dubey, de 28 años, caminó kilómetros y llegó a las aguas después del anochecer. Mientras se secaba con una toalla después de darse un baño, temblando de frío, Dubey, que trabaja en un banco privado, dijo sentirse lleno de energía.
Pese a la larga caminata, dijo que podía volver a meterse en el agua fría.
“Ya no hay cansancio”, dijo Dubey. “Desapareció”.
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