Por Zia ur-Rehman/ The New York Times
KARACHI.- Son apenas las 8:00 horas y el sol arde. Shahbaz Ali, un motociclista de 32 años que ofrece servicios de transporte, está empapado en sudor.
Se adentra al tráfico agobiante de Karachi para trabajar. Al mediodía, las temperaturas pueden superar los 40 grados centígrados, con una humedad que eleva el índice de calor por encima de los 46.
“Siento como si viviera en un horno”, dijo Ali un día de junio, conduciendo su motocicleta por caminos irregulares. “¿Pero qué opción tengo? Si dejo de trabajar, mi familia no comerá”.
Karachi, la metrópolis más grande de Pakistán, es un ejemplo de cómo el aumento en las temperaturas puede convertir las ciudades en ollas de presión. Recientemente fue clasificada entre las cinco ciudades menos habitables del mundo, con sus 17 millones de residentes sufriendo crisis de aire tóxico, inundaciones frecuentes y mal manejo de residuos.
La vida es particularmente dura para la mayoría de la población, incluyendo a Ali, que vive en asentamientos informales de bajos ingresos, hacinados en casas mal ventiladas, sin aislamiento, zonas verdes ni servicios esenciales. La casa de dos habitaciones que comparte con su esposa y sus dos hijos es de concreto y absorbe el calor todo el día. Carece de sistema de enfriamiento. La escasez de agua y electricidad agrava la situación. En ocasiones, les cortan el suministro eléctrico como castigo colectivo por el robo de electricidad o la falta de pago de recibos en la comunidad.
“Hace un calor sofocante dentro de casa”, dijo Ali. “Pienso en llevar a los niños a la playa sólo para salir, pero la humedad allí lo hace igual de sofocante”.
Ese reciente día de junio, las temperaturas superaron los 37 grados centígrados, con una sensación térmica de 41. Ali condujo varias horas, haciendo cuatro viajes que cubrieron más de 32 kilómetros, antes de tomarse un breve respiro. Se tumbó en su motocicleta en una rara zona de sombra bajo un puente.
Gran parte de la Ciudad carece de árboles.
Ali figura entre el 70 por ciento de los trabajadores pakistaníes que trabaja en el sector informal, como albañiles y repartidores. Son los que corren los mayores riesgos por la exposición al calor extremo.
“Cada verano se siente peor que el anterior”, dijo Ali. “Parece que no hay otra estación en Karachi”.
El alivio que antes traía la noche también ha disminuido. Las temperaturas se mantienen elevadas durante la noche, privando al cuerpo de la oportunidad de refrescarse.
Desde 1960, las temperaturas nocturnas promedio de Karachi han aumentado unos 2.4 grados centígrados, mientras que las máximas diurnas han aumentado unos 1.6 grados, muestran los estudios. A nivel mundial, las temperaturas han aumentado alrededor de un grado centígrado desde 1900. Los proyectos de infraestructura han intensificado lo que se conoce como el efecto isla de calor urbano, una de las causas de las altas temperaturas nocturnas. Materiales como el asfalto y el concreto absorben el calor.
Amnistía Internacional advirtió hace poco que Karachi enfrenta graves riesgos por las olas de calor provocadas por el cambio climático. En el 2015, más de mil 300 personas murieron en la Ciudad cuando las temperaturas alcanzaron los 45 grados. Hace un año, las muertes volvieron a dispararse.
Sin embargo, los expertos dicen que la política climática es una prioridad secundaria en medio de las crisis económicas, políticas y de seguridad de Pakistán.
Tras un largo día, Ali regresó a casa exhausto alrededor de las 20:00 horas, sólo para descubrir que se había cortado la luz de nuevo. Se sentó bajo el calor sofocante, incapaz de dormir sin un ventilador.
“Estamos resistiendo, no viviendo”, dijo Ali.
2025 The New York Times