Por Stephanie Nolen/The New York Times
Hace 12 años, mientras realizaba su residencia médica en un programa de salud global en Uganda, Ross Boyce fue testigo del terrible impacto de la malaria. Aproximadamente la mitad de los pacientes que atendió en una clínica rural padecía la enfermedad. La mayoría era niños muy pequeños.
Boyce notó algo más: todas las madres ugandesas llevaban a sus bebés atados a la espalda con un trozo de algodón. Esto lo hizo pensar en la ropa que él usó cuando fue destacamentado a Irak como oficial de infantería: el Ejército estadounidense trataba sus uniformes con permetrina, un insecticida de larga duración, para protegerlos de las enfermedades transmitidas por mosquitos.
Boyce preguntó a sus colegas ugandeses: ¿Podrían tratar también los fulares con insecticida? ¿Mantendría eso alejados a los mosquitos de los bebés?
Necesitaban nuevas soluciones, afirmó Edgar Mulogo, profesor de Salud Pública en la Universidad de Ciencia y Tecnología de Mbarara, porque el progreso se había estancado.
Boyce, hoy experto en malaria, Mulogo y otros llevaron a cabo un gran ensayo clínico aleatorizado en Kasese, Uganda, donde Boyce trabajaba en el 2013. A 200 mujeres se les dio tela tratada con permetrina para portar a sus bebés, y a otras 200 mujeres de un grupo de control se les dio fulares sin tratar.
Los fulares de tela tratados redujeron las infecciones de malaria en los niños pequeños llevados en ellos. Se registraron 66 por ciento menos casos entre estos niños en comparación con los bebés llevados en los fulares sin tratar. Al final del estudio de seis meses, sólo el 16 por ciento de los niños del grupo con fulares tratados había padecido malaria, contra el 34 por ciento del grupo con fulares sin tratar, muchos de los cuales sufrieron múltiples episodios de la enfermedad.
Tras alcanzar un mínimo histórico mundial en el 2015, los casos y las muertes por malaria, la mayoría en niños menores de 5 años, han ido en aumento. El mal cobró más de 600 mil vidas el año pasado.
El descenso se había logrado mediante la distribución de mosquiteros tratados con insecticida en África subsahariana y la fumigación de viviendas con insecticidas. Sin embargo, estos productos químicos ya no son letales para los mosquitos, que han evolucionado para sobrevivir a ellos.
Los fulares fueron tratados con permetrina, un repelente usado durante décadas; a nivel mundial, el 90 por ciento de los mosquitos son resistentes a su efecto letal. “Pero matar a todos los mosquitos no era el objetivo —el objetivo era mantener a los mosquitos alejados” de los niños, dijo Boyce.
Mulogo cree que lo más valioso de la intervención podría ser su simplicidad. Varios proyectos en África intentan modificar genéticamente a los mosquitos, pero las soluciones costeables y altamente efectivas podrían estar más cerca de casa, afirmó.
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