Por Cecilia Kang/ The New York Times
WASHINGTON — Durante poco más de dos años, los líderes tecnológicos a la vanguardia del desarrollo de la inteligencia artificial habían hecho una petición inusual: querían que los legisladores estadounidenses los regularan. Los ejecutivos advirtieron que la IA generativa, que puede producir texto e imágenes que imitan las creaciones humanas, tenía el potencial de perturbar la seguridad nacional y las elecciones, y podría con el tiempo eliminar millones de empleos.
La IA podría salir “bastante mal”, testificó Sam Altman, director ejecutivo de OpenAI, en el Congreso en mayo del 2023. “Queremos trabajar con el Gobierno para evitar que eso suceda”.
Pero desde la elección del Presidente Donald J. Trump, los líderes y las empresas tecnológicas han estado haciendo audaces solicitudes al Gobierno para que se mantenga al margen.
Meta, Google, OpenAI y otros han pedido a la Administración Trump que bloquee leyes estatales en materia de IA y que declare legal su uso de material con derechos de autor para entrenar sus modelos de IA. Y han solicitado exenciones fiscales, subvenciones y otros incentivos.
El cambio ha sido posible gracias a Trump, quien ha declarado que la IA es el arma más valiosa de Estados Unidos para superar a China en tecnologías avanzadas. En su primer día en el cargo, firmó una orden ejecutiva para revertir las normas de pruebas de seguridad para la IA utilizadas por el Gobierno. Dos días después, firmó otra orden, solicitando sugerencias de la industria para crear políticas que “sostengan y fortalezcan el dominio global de Estados Unidos en IA”.
Las empresas tecnológicas “están realmente envalentonadas por la Administración Trump, e incluso temas como la seguridad y la IA responsable han desaparecido por completo de sus preocupaciones”, afirmó Laura Caroli, investigadora principal en el Centro de IA Wadhwani del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, un grupo de expertos sin fines de lucro.
A muchos expertos en políticas de IA les preocupa que un crecimiento tan desenfrenado pueda alimentar problemas como la rápida propagación de desinformación política y de salud; la discriminación por parte de filtros automatizados de solicitudes financieras, de empleo y de vivienda; y los ciberataques.
Tras la victoria electoral de Trump en noviembre, las empresas tecnológicas y sus líderes intensificaron su cabildeo. Google, Meta y Microsoft donaron un millón de dólares cada una a la toma de posesión de Trump, al igual que Altman y Tim Cook, de Apple. Mark Zuckerberg, de Meta, organizó una fiesta de toma de protesta y se ha reunido con Trump en numerosas ocasiones. Elon Musk, propietario de su propia empresa de inteligencia artificial, xAI, ha pasado casi todos los días junto al Presidente.
A su vez, Trump ha celebrado los anuncios sobre inteligencia artificial, incluyendo un plan de OpenAI, Oracle y SoftBank para invertir 100 mil millones de dólares en centros de datos de inteligencia artificial, que son enormes edificios llenos de servidores que proporcionan potencia computacional. Otros han seguido advirtiendo que la IA necesita ser regulada. Y el Centro de Políticas de IA, un grupo de expertos y de cabildeo, ha pedido auditorías externas de los sistemas para detectar vulnerabilidades de seguridad nacional.
“En cualquier otra industria, si un producto perjudica a los consumidores, ese proyecto es defectuoso, y se deben aplicar los mismos estándares a la IA”, declaró K.J. Bagchi, vicepresidente del Centro para los Derechos Civiles y la Tecnología.
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