Por Pam Belluck/The New York Times
ST. LOUIS, Missouri — Antes del amanecer de una mañana de marzo, Doug Whitney entró a un centro médico a 3 mil 200 kilómetros de su hogar, a punto de transformarse de un jubilado afable y con lentes en un objeto de investigación sobrehumano.
Primero, un médico le insertó una aguja en la espalda para extraer líquido cefalorraquídeo, por la valiosa información biológica que contiene. Luego, la enfermera tomó una muestra de células de su piel. Después, le inyectaron un marcador radiactivo para realizar una tomografía cerebral que le obligó a permanecer inmóvil durante 30 minutos. Luego, repitieron la tomografía.
Durante su visita de tres días al centro, ubicado en la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington en St. Louis, también se le realizaron evaluaciones cognitivas y neurológicas.
Durante 14 años, Whitney ha sido el centro de investigación científica, para lo cual viaja periódicamente a St. Louis desde su hogar en Port Orchard, Washington. No es porque esté enfermo. Es porque debería estar enfermo.
Whitney, de 76 años, es un unicornio científico con el potencial para aportar respuestas sobre una de las enfermedades más devastadoras del mundo. Posee una rara mutación genética que prácticamente garantizaba que desarrollaría Alzheimer entre los 40 y los 50 años y que probablemente moriría en el curso de una década.
Su madre y 9 de sus 13 hermanos desarrollaron Alzheimer y murieron en la flor de la vida. Lo mismo ocurrió con su hermano mayor y otros familiares que se remontan a generaciones anteriores. Es la familia más grande de Estados Unidos conocida por tener una mutación causante de Alzheimer. “Nadie en la historia había esquivado esa bala”, dijo Whitney.
Pero de alguna manera, él lo ha logrado. Algo lo ha protegido de su destino, permitiéndole escapar del Alzheimer durante al menos 25 años más de lo que nadie esperaba.
Los científicos buscan la receta de su fórmula biológica secreta. Su descubrimiento podría conducir a medicamentos o terapias genéticas para prevenir, tratar o incluso curar el Alzheimer.
“Este es un caso increíble”, dijo Kenneth Kosik, neurocientífico en la Universidad de California, en Santa Bárbara, quien no forma parte del equipo de investigación de Whitney. “Hay enormes implicaciones en las respuestas y en el planteamiento de las preguntas”.
Ahora, tras años de estudiar a Whitney, los investigadores están descubriendo pistas sobre su combinación mágica de genes, moléculas e influencias ambientales.
El Alzheimer afecta a unos 32 millones de personas en todo el mundo. En la mayoría de los casos, se desconoce la causa directa y los síntomas comienzan después de los 65 años. Sin embargo, se sabe que alrededor del 1 por ciento de los casos son causados por una de tres mutaciones genéticas. Heredar una de ellas casi siempre causa Alzheimer de inicio temprano, que a menudo progresa rápidamente a la muerte.
La familia de Whitney posee la mutación más rara, la Presenilina 2. Esta mutación se remonta a inmigrantes alemanes que se asentaron en dos aldeas cerca del río Volga en Rusia en el siglo 18. Los portadores de la mutación en la familia de Whitney solían comenzar a presentar problemas entre los 44 y los 53 años.
Su esposa, Ione, ahora de 75 años, comentó que ella y sus dos hijos comenzaron a estar atentos a las señales cuando Whitney cumplió 50 años.
Ella se había estado preparando desde principios de la década de 1970, cuando la madre de Whitney olvidó repentinamente una receta favorita, y la pareja se enteró de que los médicos habían determinado que el Alzheimer que padecía su familia era hereditario. En ese momento estaban esperando su primer hijo. “Estaba tan enojada con Doug, con el mundo, con lo injusto que era”, recordó.
Whitney, cuyo temperamento lacónico y sereno refleja su experiencia de 20 años de servicio en la Marina de los Estados Unidos, respondió con calma. “Puedes estar enojada toda la vida. ¿Quieres no tener este hijo? ¿O queremos disfrutar de la vida y formar una familia?”, recuerda su esposa que él le dijo.
Su ira se disipó. “La actitud de Doug fue, ‘No tenemos que preocuparnos por esto hasta que haya algo de qué preocuparse’”, dijo.
Cuando cumplió 55 años, la edad a la que fallecieron su madre y su hermano, su familia se mantuvo alerta. “Cuando cumplió 60 fue como decir: ‘Estamos bien’”, dijo Ione Whitney.
Entonces, un primo, Gary Reiswig, los contactó para decirles que estaba escribiendo un libro sobre la familia y que los investigadores buscaban familias con mutaciones de Alzheimer de inicio temprano para estudiarlas.
Whitney aceptó someterse a pruebas genéticas, asumiendo que no tenía la mutación. Pero en su 62 cumpleaños, se enteró de que sí la tenía.
“Me quedé sin palabras”, dijo.
Randall Bateman, neurólogo de la Universidad de Washington, también estaba atónito.
Año tras año, los investigadores se quedaban perplejos al ver que Whitney seguía inafectado. Se propusieron determinar el motivo.
Los científicos han encontrado a otras dos personas en el mundo que resistieron a la demencia de inicio temprano.
Ambas tenían otra mutación, la Presenilina 1, y pertenecían a una familia en Colombia. Permanecieron sin deterioro cognitivo durante al menos 20 años más de lo esperado y fallecieron a los setentaitantos años a causa de otra enfermedad.
El Alzheimer se caracteriza por la acumulación anormal de dos proteínas en el cerebro: amiloide, que comienza a acumularse en placas al menos 20 años antes de la aparición de los síntomas, y tau, que queda anormalmente ensamblada tras la acumulación de amiloide. La tau está mucho más correlacionada con el deterioro cognitivo.
Los cerebros de ambos colombianos estaban cargados de amiloide, pero presentaban poca tau en las regiones asociadas con el Alzheimer, afirmó Yakeel Quiroz, neuropsicóloga de la Universidad de Boston.
Ella y otros investigadores creen que la mujer colombiana estaba protegida por tener dos copias de una variante genética extremadamente rara llamada mutación de Christchurch. Afirman que la resiliencia del hombre colombiano podría provenir de otra variante llamada RELN-COLBOS.
No todos los investigadores del Alzheimer están convencidos. Michael Greicius, neurólogo en la Facultad de Medicina de la Universidad de Stanford, en California, afirmó que identificar una mutación que proteja a una persona es difícil sin comparación.
No obstante, dijo Greicius, “existe un potencial increíble para que estos individuos poco comunes y protegidos aporten nuevo conocimiento crucial”.
El cerebro de Whitney está repleto de amiloide, afirmó Jorge Llibre-Guerra, neurólogo en la Universidad de Washington y coautor de un estudio reciente sobre el caso de Whitney. Pero tiene muy poca tau.
“Es resistente a la acumulación y propagación de tau”, afirmó Llibre-Guerra. “Ahí radica su resiliencia”.
Whitney presenta acumulación de tau en una sola región cerebral: el lóbulo occipital izquierdo. Esta área participa en las funciones visoespaciales y no desempeña un papel importante en el Alzheimer, explicó Llibre-Guerra.
Quiroz explicó que la tau de la mujer colombiana se acumuló en la misma área general. Los casos muestran que “se puede tener patología amiloide sin tau, y que la amiloide no es suficiente para generar un deterioro”, afirmó.
Determinar cómo se interrumpió la progresión de la acumulación de amiloide a la acumulación de tau podría proporcionar una guía para el tratamiento.
Desentrañar el misterio de la resiliencia de Whitney ha revelado un complejo ballet neurológico.
Está su ADN, que los investigadores han descubierto incluye varias variantes genéticas que sus familiares afectados no poseen. Lo más interesante son tres mutaciones posiblemente involucradas en la neuroinflamación o patología tau, afirmó Llibre-Guerra.
Está el sistema inmunológico de Whitney. “Su respuesta inflamatoria es menor que la de otros portadores de mutaciones”, le dijo Llibre-Guerra durante la visita en marzo, explicando que su sistema inmunológico podría estar protegiéndolo al no reaccionar exageradamente al amiloide.
Y hay un descubrimiento particularmente sorprendente: Whitney tiene un exceso de proteínas de choque térmico, que ayudan a evitar que otras proteínas se plieguen incorrectamente, un defecto asociado con muchos trastornos neurológicos.
“Los niveles que tiene son significativamente más altos de lo esperado”, le explicó Llibre-Guerra. “Es posible que esas proteínas impidan que las proteínas mal plegadas, especialmente la tau, se propaguen por el cerebro”.
El puesto de Whitney en la Marina —trabajando alrededor de una década en la sala de máquinas de un buque a vapor— podría haber impulsado su acumulación de proteínas de choque térmico, dijeron los investigadores.
“Con el calor que hace allí abajo se pueden esperar temperaturas de 43 grados centígrados durante cuatro horas seguidas”, recordó Whitney. “Sudábamos mucho”.
Todos esos factores, posiblemente junto con otros que aún no se han descubierto, podrían estar actuando en combinación para protegerlo, dijeron los investigadores.
Los científicos aún no han encontrado el ingrediente secreto de Whitney, dijo Bateman, pero seguirán buscando. El rompecabezas que protege a Doug Whitney es demasiado valioso como para no ser resuelto.
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