Desi Arnaz: pionero latino que revolucionó la TV y desafió el racismo en Hollywood

La estrategia de Arnaz, su talento y valentía rompieron barreras en Hollywood, dejando un legado que hoy impulsa la inclusión y representación en el pop

  • 24 de mayo de 2025 a las 19:34
Desi Arnaz: pionero latino que revolucionó la TV y desafió el racismo en Hollywood

Por Todd S. Purdum / The New York Times

Hace 75 años, una estrella de cine pelirroja en decadencia y su esposo, un director de orquesta itinerante, buscaban una forma de salvar sus trayectorias —y su matrimonio. Ella estelarizaba un programa de radio en Hollywood y él era un músico que viajaba constantemente, así que rara vez se veían. En sus 10 años juntos, ella había solicitado el divorcio una vez y se le estaba acabando la paciencia.

La estrella de cine era Lucille Ball y el director de orquesta, Desi Arnaz. En 1950, un rayo de esperanza apareció para la pareja: CBS pretendía transferir el programa de radio de Ball, “Mi esposo favorito”, al nuevo medio de la televisión, aún inexplorado. Pero había un problema: Ball daría el paso solo si Arnaz —quien había contribuido a iniciar la fiebre del baile de conga en los clubes nocturnos en la década de 1930 e impulsado la demanda de música latina en Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial— podía interpretar a ese esposo en televisión. La cadena y los posibles patrocinadores creían que el público jamás aceptaría a un latino con un acento marcado como el esposo de una chica típicamente estadounidense. “Siempre fui el tipo que no encajaba”, dijo Arnaz más tarde.

Arnaz, un inmigrante cubano y showman autodidacta, tuvo una idea: la pareja emprendería una gira de vodevil a la antigüita por las principales ciudades del País. Él y Ball demostrarían la química que él sabía, conectaría con los estadounidenses si tan solo tuvieran la oportunidad de ver el espectáculo.

El racismo era un hecho de la vida aún en Los Ángeles, donde algunos restaurantes se negaban a atender a latinos. La estrategia de Arnaz equivalió a una audaz ofensiva de inclusión en la monocultura blanca de un emergente medio de comunicación en masa.

Funcionó. La crítica y el público elogiaron las ocurrencias de la pareja en el escenario, mientras Lucy hacía payasadas con un violonchelo destartalado mientras Desi cantaba y tocaba la conga con todas sus fuerzas.

Con base en el éxito de la gira de Ball y Arnaz, los ejecutivos de CBS acordaron grabar un episodio de prueba. La cadena tuvo dificultades para encontrar patrocinador hasta que un destacado publicista, Milton Biow, convenció a su cliente, Philip Morris Cigarettes, de que se arriesgara con el programa. Nació “I Love Lucy”, el resto es historia, y fue Desi Arnaz quien la hizo posible.

En un momento en que en Estados Unidos las universidades, las instituciones culturales y empresariales están abandonando los esfuerzos formales por aumentar la inclusión y el Gobierno trabaja para desalentar y eliminar los esfuerzos a favor de la diversidad en todas las áreas de la vida, las tácticas de Arnaz ofrecen un ejemplo instructivo tanto para los artistas como para las instituciones.

Las diferencias de Arnaz se convirtieron en sus mayores fortalezas, y su encantadora interpretación del sólido y trabajador padre de familia de una familia interracial revolucionó la televisión y convirtió a Ricky Ricardo en una figura querida para los 30 millones de personas que veían su programa cada semana. Era la única estrella de televisión que no se asemejaba ni sonaba como ninguna otra, un inmigrante que se convirtió en el típico estadounidense.

Una vez que el programa se convirtió en un fenómeno cultural, Arnaz reescribió las reglas del estrellato. Cuando los directores de la cadena y de publicidad se resistieron a la idea de que Ball, quien estaba embarazada en la vida real, apareciera de esa manera en el programa, fue Arnaz quien los brincó y fue directamente a la cima, al presidente de Philip Morris, quien respondió: “¡No te metas con el cubano!”.

“Ni Desi ni Ricky traicionaron jamás su identidad latina”, escribió Miguel Pérez, columnista del New York Daily News, tras la muerte de Arnaz en 1986, señalando que cuando el público lo recuerde, “lo verá como el cabeza de una familia estadounidense que, a pesar de su acento y sus peculiaridades cubanas, está haciendo realidad el sueño latinoamericano”.

Arnaz nunca aceptó un no como respuesta final. Antes de “I Love Lucy”, la televisión era principalmente un medio en vivo donde los programas se transmitían una vez y desaparecían. Él reunió a un equipo que filmó su programa frente a un público en vivo para que pudiera conservarse impecablemente en película de 35 milímetros.

Este método de producción era más costoso, por lo que la cadena insistió en que Ball y Arnaz aceptaran una reducción salarial semanal. Aceptaron —a cambio de poseer los negativos del programa. El valor multimillonario de las aproximadamente 180 medias horas que produjeron proporcionó el capital que convirtió a Desilu Productions en el estudio más grande de Los Ángeles y el mayor productor de contenido televisivo del mundo. Las innovaciones técnicas de Arnaz también permitieron que el programa fuera retransmitido (dando origen a las repeticiones) y su reventa (creando el mercado de la sindicación).

Tras bambalinas, Arnaz se convirtió en el ejecutivo latino de entretenimiento más destacado de su época y una de las fuerzas creativas latinas más destacadas en la historia de Hollywood.

El hecho de que las historias latinas hoy sean parte del panorama cultural pop, desde una nueva versión de “One Day at a Time” en Netflix hasta el éxito actual de shows de Broadway como “Buena Vista Social Club”, se debe directamente a la creatividad, la inteligencia y la valentía de Arnaz.

Cambió la forma en que Hollywood hacía negocios y a quiénes podemos imaginar como estrellas.

Todd S. Purdum es el autor de la biografía próxima a publicarse “Desi Arnaz: The Man Who Invented Television”. Comentarios a intelligence@nytimes.com.

© 2024 The New York Times Company

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