Por Frances Robles, Ed Augustin y Hannah Berkeley Cohen / The New York Times
No hace mucho tiempo, la Plaza de la Revolución en La Habana estaba repleta de turistas estadounidenses tomando fotografías de la imagen del revolucionario Che Guevara y tratando de agenciar un recorrido en un Chevrolet Bel-Air 1952 rojo cereza.
Hoy esos convertibles estadounidenses de la década de 1950 que llegaron a simbolizar a Cuba lucen vacíos, pues los turistas se han ido en gran medida. Los conductores pasan sus vidas como la mayoría de los cubanos: lidiando con cortes de energía, haciendo fila en supermercados mal abastecidos y viendo a sus vecinos partir, hartos de las penurias.
Hace 10 años, el Presidente Barack Obama impactó al mundo al restablecer las relaciones diplomáticas con Cuba, poniendo fin a más de 50 años de distanciamiento de Guerra Fría entre EU y un país con el que alguna vez estuvo al borde de una guerra nuclear.
Durante dos años y medio, Cuba rebosó entusiasmo en medio de una ola de inversiones y turismo, impulsada por acuerdos firmados por grandes empresas estadounidenses como Google, AT&T y el Beisbol de las Grandes Ligas.
Sin embargo, una implosión financiera causada por una cascada de factores —el endurecimiento de la política estadounidense, la mala administración de su economía por parte de Cuba, el efecto aplastante de la pandemia del Covid-19— ha mantenido alejados a los visitantes. El turismo, alguna vez un elemento vital de la economía cubana, se ha derrumbado, casi 50 por ciento desde el 2017.
“La comparación entre entonces y ahora es literalmente día y noche”, dijo Luis Manuel Pérez. Pérez, de 57 años, ex profesor de ingeniería, alguna vez tuvo un flujo de clientes que pagaban 40 dólares la hora por viajar en un automóvil clásico. Ahora tiene suerte de conseguir uno.
Muchas de las miles de empresas privadas a las que se les permitió abrir en los últimos años están tratando de mantenerse a flote tras perder trabajadores por migración. Las calles están llenas de basura debido a que el desabasto de combustible impide recogerla. Muchos cubanos lo expresan escuetamente: hace 10 años había esperanza. Ahora hay desesperanza.
El desmoronamiento de Cuba subraya el enorme papel de EU en el País, y se produce cuando Donald J. Trump regresa a la Casa Blanca.
Cuba está sufriendo su peor crisis desde que Fidel Castro tomó el poder hace 66 años, superando incluso la de principios de los años 1990, cuando la disolución de la Unión Soviética dejó a Cuba sin su principal salvavidas. Desde octubre, Cuba ha sufrido tres apagones a nivel nacional. Las cifras oficiales muestran que la población se ha reducido en al menos un millón, o un 10 por ciento, desde la pandemia. Más de 675 mil cubanos se mudaron a EU. Incluso la tasa de mortalidad infantil, que los gobernantes habían llevado con orgullo a niveles inferiores a los de EU, ha aumentado.
La sensación de penuria dista mucho de la emoción que se sintió la semana en el 2016 cuando Obama asistió a un partido de beisbol de los Tampa Bay Rays en La Habana con el Presidente cubano Raúl Castro. “Si Obama se hubiera postulado para Presidente en Cuba, habría sido electo”, dijo Jaime Morales, de 44 años, guía turístico en La Habana.
Obama también flexibilizó la política estadounidense, permitiendo que más estadounidenses la visitaran. Luego, el Presidente Trump invirtió el rumbo. En el 2018, después de que los empleados de la Embajada de EU sufrieron enfermedades misteriosas, que algunos creyeron era un ataque, cerró efectivamente la Embajada. (La Administración Biden la reabrió en el 2023). En sus últimos días en el cargo, Trump volvió a colocar a Cuba en una lista de Estados patrocinadores del terrorismo, limitando su capacidad para hacer negocios a nivel mundial. EU anunció el martes que el Presidente Biden quitaba a Cuba de la lista.
Ricardo Zúniga, un alto asesor de Obama que dirigió las negociaciones secretas para restablecer las relaciones diplomáticas, reconoció que la Administración no calculó a qué grado se opondrían los aliados leales a Fidel Castro a las medidas estadounidenses después de que el ex líder se pronunció contra ellas.
Fidel Castro sabía que un mayor acceso a Internet y libertades económicas llevarían a la gente a cuestionar la falta de derechos básicos en Cuba y podrían socavar el régimen, dijo Zúniga. “Mi mayor conclusión es que el liderazgo del Gobierno cubano nunca aprovechó las oportunidades para permitir un cambio gradual en respuesta a la voluntad popular”, dijo. “Así que ahora están atrapados en el colapso social”.
Muchos cubanos se han cansado de que su Gobierno culpe a Washington, dijo Arianna R. Delgado, una maquilladora que se fue el año pasado a Miami. “Seamos claros: Cuba siempre estuvo mal, pero ahora la situación no es que haya menos; es que no hay nada”, dijo entre lágrimas.
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