Por Aruna D’Souza / The New York Times
Antes de reunirme con Christine Sun Kim en el Museo Whitney de Nueva York para hablar de su nueva retrospectiva, “All Day All Night”, su equipo me envió una lista de términos que debía evitar: no la trate como alguien con una patología refiriéndose a ella como una “artista sorda” y, por favor, no la llame “inspiradora”. También ofrecía recursos sobre la distinción entre sordo (la condición audiológica de no oír) y no oyente (la comunidad que ha surgido en torno al lenguaje de señas).
El documento de acceso nació de la necesidad. “Un curador destacado de un museo importante estaba viendo mi obra por primera vez, y tuve que pasar 45 minutos de la visita de una hora al estudio educando a este curador sobre la cultura no oyente, dejando solo 15 minutos para hablar sobre mi trabajo”, me dijo Kim a través de su intérprete de lenguaje de señas Beth Staehle. Al mismo tiempo, refleja su compromiso con la labor de concientización, incluso en el propio Whitney, donde trabajó del 2007 al 2014, estableciendo programas y recursos para la comunidad no oyente.
Han pasado muchas cosas desde sus primeros días en el Whitney: dos maestrías, una charla TED viral, una mudanza a Berlín, un matrimonio y dos hijos, y una próspera carrera artística. Ahora está de vuelta, exhibiendo pinturas, dibujos, murales, videos, esculturas, piezas sonoras e incluso cerámicas en tres pisos.
“Estoy obsesionada con la manera en que sorteo el mundo”, dijo Kim. “Estoy obsesionada con cómo conseguir lo que necesito. Son cosas que están en mi mente, obsesionada con ellas todo el día, toda la noche”.
Su obra, dicen los curadores de la muestra, con frecuencia es el primer encuentro que los visitantes tienen con la pregunta de cómo es vivir en un mundo oyente como persona no oyente —con la ira, la frustración y el humor que conlleva. Esto es particularmente cierto en su serie más conocida, “Deaf Rage” (Furia No Oyente) (2018). Los dibujos toman la forma de diagramas: utiliza diferentes ángulos para graficar cuánto la enfurecen el mundo del arte, los intérpretes, los viajes y otras situaciones. Algunas las presenta como inconvenientes que son motivo de risa (“Que te ofrezcan una silla de ruedas a la puerta de llegada... y el menú en braille en restaurantes”), mientras que otras inspiran toda su ira (“museos con cero programación para sordos”).
Una de las obsesiones de Kim es el sonido. Aunque puede parecer un tema contradictorio para una artista con sordera, no lo es, dijo Tom Finkelpearl, uno de los curadores de la muestra. “Una parte de su obra es la visualización del sonido. ¿Cómo luce? ¿Qué se siente? Y la otra es la política del sonido —¿cómo se excluye a las personas con base en el sonido y el lenguaje?”.
Kim dijo que sabe “cómo funciona el sonido. El sonido no es parte de mi vida, pero cuando descubrí el arte sonoro, se volvió realmente interesante para mí como medio”.
La notación musical aparece a menudo en su obra. En la exposición del Whitney, está en un mural que serpentea alrededor de las paredes de las galerías del octavo piso. “Tengo que tomar prestadas las voces de mis intérpretes para comunicar mis ideas, para hacerme entender”, dijo Kim. “Si estoy explicando o documentando la experiencia no oyente, las personas oyentes no la entenderán. Pero si tomo prestada la música, algo que la gente sí entiende, entonces puedo abrirles el camino”.
Hasta hace muy poco, Kim había evitado usar manos en su obra, preocupada de que fuera demasiado cliché. En cambio, traduce los movimientos que se utilizan para hacer las señas en formas aparentemente abstractas.
Kim tiene una asociación artística con su esposo, el artista alemán Thomas Mader, que es oyente; la pareja ha realizado obras en video que abordan las cuestiones más íntimas de la comunicación a través de idiomas y culturas, y la división entre los mundos sordos y oyentes.
Su video del 2016 “Tables and Windows” (Mesas y Ventanas) surgió de las divisiones culturales que enfrentaban. El lenguaje de señas depende tanto de las expresiones faciales como de los movimientos de las manos, y al principio, dijo Kim, tuvo que acostumbrarse al hecho de que “las expresiones faciales de él eran tan alemanas, como si apenas se moviera”.
Las cuestiones de intimidad y comunicación solo se han vuelto más urgentes con la llegada de sus dos hijas: Roux, en el 2017, y Dal, en el 2023, ambas oyentes.
“¿Cuánto de mi identidad no oyente les imparto?”, dijo Kim. “Todavía estoy tratando de descubrir cómo lograr que sean lo suficientemente no oyentes para que puedan conectarse conmigo”.
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