Por Sui Lee Wee/The New York Times
SINGAPUR — Un martes reciente, mientras forcejeaban por el balón, dos jugadoras intentaron quitárselo a Lee Fong Nam. Mientras lo apretaba contra el pecho, exigió la intervención del entrenador. “¿No vas a pitar la falta?”.
Él rió y dijo: “¡Están jugando rugby!”.
En realidad, este es el equipo Ah Ma Flippa Ball de Singapur —Ah Ma significa abuela en varios dialectos chinos. Son un grupo de mujeres, en su mayoría de entre 60 y 85 años, que juegan una versión modificada del waterpolo, diseñada para niños. También es un microcosmos de cómo está cambiando esta próspera Ciudad-Estado.
A medida que Singapur ha prosperado, la esperanza de vida se ha disparado a 84 años y ahora casi una quinta parte de la población tiene más de 65. El Gobierno ha aumentado no sólo la edad de jubilación, sino también lo que denomina la edad de reincorporación al empleo, o el tiempo que los patrones deben prolongar la relación laboral de sus empleados después de que alcanzan la edad de jubilación.
También está otorgando más prestaciones, como pagos en efectivo, a algunos ciudadanos mayores, así como a aquellos de 50 y 60 años, a quienes denomina “mayores jóvenes”. Ha enviado a “Embajadores de la Generación Plateada” a realizar visitas puerta a puerta a personas mayores que viven solas para animarlas a hacer ejercicio, jugar videojuegos y aprender robótica y otros idiomas. Residentes mayores ahora forman parte de un equipo de porristas, un equipo de deportes electrónicos y el equipo de flippa ball.
El equipo de flippa ball comenzó en el 2016 cuando un funcionario deportivo en un complejo de natación vio a Ting Kum Luen impartiendo una clase de flippa ball para niños y le preguntó si podía hacer lo mismo con un grupo de hombres y mujeres mayores. Él se mostró escéptico.
“Son muy frágiles”, dijo Ting al funcionario. La pelota podría golpear sus ojos, añadió. Aunque los hombres y las mujeres eran algo activos y el juego se jugaría en una alberca de un metro de profundidad que no requería flotar, seguía siendo un deporte de ritmo rápido.
Resulta que sólo acudieron mujeres, y no han dejado de asistir.
Tras los primeros entrenamientos, se quejaron de moretones y rasguños. Aun así, más de 20 mujeres suelen acudir a entrenar todos los martes en el Complejo de Natación Yio Chu Kang, a veces con sus hijas y nietas.
Lee, de 70 años, la jugadora que le imploró a Ting que pitara la falta, dijo que nunca encontró tiempo para hacer ejercicio mientras criaba a sus tres hijos, el menor de los cuales ahora tiene 36 años. Descubrir el flippa ball hace dos años, dijo Lee, le ha permitido sentirse como cuando era niña, “muy alegre, desenfadada y llena de vida”.
Los singapurenses mayores de 65 años tienen acceso gratuito a todas las piscinas y gimnasios públicos, y Ting entrena al equipo sin remuneración. La mayoría de las veces juegan entre ellos, porque dijo que no ha podido encontrar a otros de su misma edad con quienes competir.
Koh Nguan Keng se preparaba para un segundo reemplazo de rodilla cuando, por sugerencia de un vecino, empezó a nadar a los 60 años. Quince años después, juega flippa ball y está en la alberca entre cinco y seis días a la semana.
Dijo que ya no siente dolor en las piernas y rara vez va al médico. Cuando lo hace, es para monitorear sus niveles de colesterol, azúcar en la sangre e hipertensión, como parte de los esfuerzos del Gobierno para controlar las enfermedades crónicas en las personas mayores. Koh comentó que paga muy poco por ir al médico porque el Gobierno subvenciona su atención.
Koh, una viuda, ha asistido a clases gratuitas que el Gobierno ofrece a las personas mayores, aprendiendo a usar un iPhone, a maquillarse, hacer pasteles de luna y poner la mesa. Ocupa su tiempo nadando, jugando mahjong y viajando con sus compañeras de equipo a Malasia.
“Nunca me siento sola”, dijo Koh.
Durante un entrenamiento reciente, el balón fue lanzado hacia Li Fang, de 82 años, la portera. Ella extendió la mano para desviarlo. Li empezó a nadar a los 71 años, y su tiempo de reacción solía ser tan lento que intentaba alcanzar el balón mucho después de que hubiera entrado en la portería, dijo Ting.
Suzzen Chua, de 55 años, es la capitana de facto y una de las “mayores jóvenes”. Organiza reuniones sociales como almuerzos de cumpleaños y viajes a Malasia.
Su Yazhi, quien lleva nueve años jugando, trabaja un turno de seis horas en un McDonald’s todos los sábados. A sus 74 años, es un ejemplo de por qué Singapur tiene una de las tasas de participación laboral más altas entre las personas mayores.
“Llevo más de 10 años trabajando, así que no puedo soportar dejarlo”, dijo Su. “Y como trabajo, puedo hacer amigas”.
Una jugadora del equipo, Britta Coombes, no es abuela ni es mujer mayor. Durante una jugada, ella y Lee atacaron la pelota. Lee se abrió paso por la piscina, mientras que Coombes, de 46 años, ejecutó un rápido estilo libre. Sus compañeras gritaron.
Coombes llegó primero, pero Lee la rodeó con los brazos, en una clara violación de las reglas, lo que la hizo tropezar. Coombes dijo que las Ah Mas la han inspirado, mostrándole lo que significa envejecer con brío.
“Las miras y piensas: ‘Quiero ser así cuando tenga esa edad’”, dijo. “Al principio, piensas: ‘No quiero lanzar demasiado fuerte, o no quiero ser demasiado brusca’. Pero luego, te atacan”.
El flippa ball ha dado a las mujeres mucho más que sólo buena condición física. Después de la práctica de una hora, se reunieron para tomar un café y disfrutar de platillos locales como la sopa kuay teow en un puesto ambulante cercano. La conversación giró rápidamente hacia si serían enterradas o incineradas al morir.
“Hablamos de ello todo el tiempo, no le tememos a la muerte”, dijo Choo Chon Ah Giok, de 68 años. “Solo nos da miedo no poder movernos”.
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