Ciudad del Vaticano.- Desde el primer momento en que fue elegido como líder de la Iglesia católica en 2013, el papa Francisco marcó la diferencia no solo con sus palabras y gestos, sino también con pequeños detalles que hablaban de su forma de entender el servicio a los demás.
Uno de esos símbolos fue su calzado: unos sencillos zapatos negros, gastados por el paso del tiempo que quiso llevarlos con él hasta el útimo de sus días.
Este sábado, 26 de abril, tras una emotiva ceremonia en la plaza de San Pedro ante más de 250, 000 fieles, el pontífice fue enterrado en la basílica de Santa María la Mayor con esos mismos zapatos, cumpliendo uno de sus deseos más personales.
El cortejo fúnebre, entre aplausos y lágrimas, acompañó el féretro hasta su última morada, donde el papa fue sepultado de manera privada en presencia de su familia y de algunos cardenales.
A diferencia de la tradición papal, que dicta el uso de zapatos rojos como símbolo de la dignidad del pontífice, Francisco eligió desde el principio seguir caminando con su calzado habitual.
“Seguiré con mis zapatos de siempre”, respondió alguna vez cuando le sugirieron cambiarlos, una elección que fue más allá de la comodidad ortopédica que necesitaba debido a su pie plano.
Según expertos en simbología religiosa, como el teólogo Wilmar Roldán, estos zapatos gastados reflejan el verdadero legado de Francisco: "Un hombre que se desgastó sirviendo a los demás, que caminó con los últimos, que se vació por completo siguiendo el ejemplo de Jesús".
En su despedida, el papa Francisco no estuvo solo. Como siempre, estuvieron allí aquellos a quienes más defendió, los pobres, los marginados, los olvidados.
Y entre los aplausos y los sollozos, su figura humilde volvió a recordarle al mundo que la grandeza no se mide en ornamentos, sino en amor y servicio.