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Los bellos rostros tras escándalo del exdirector de la CIA

Paula Broadwell y Jill Kelly parecían “competir por el reconocimiento (del general retirado Petraeus), no por su afecto”, según reporta el diario The New York Post.

13.11.2012

La clase política estadounidense, preocupada por posibles daños a la seguridad nacional, reclamaba ayer aclaraciones sobre el caso de adulterio que llevó a la inesperada renuncia del director de la CIA, David Petraeus, tres días después de la reelección del presidente Barack Obama.

The New York Times informaba ayer que altos responsables del FBI y el Departamento de Justicia estaban al tanto del caso desde el pasado verano boreal, pero no informaron a nadie fuera de su círculo hasta la semana pasada, cuando el general dimitió.

Representantes del Congreso tienen previsto reunirse este martes con dirigentes de la CIA y el FBI para que les comuniquen los últimos detalles de la investigación.

La dimisión de Petraeus se produjo tras una serie de correos electrónicos “amenazantes” enviados por la amante del general a una segunda mujer a quien ella habría considerado una rival.

Funcionarios no identificados dijeron a la prensa que la amante de Petraeus era Paula Broadwell, una exmayor del Ejército de 40 años que pasó largos períodos entrevistando al héroe de la guerra en Irak para su libro “All In: The Education of General Petraeus” (no traducido).

En las fuerzas armadas estadounidenses, el adulterio puede ser considerado un delito. Como director de la CIA, Petraeus era un civil, pero la potencial violación de la seguridad lo dejó expuesto a un eventual chantaje. Según trascendió, el romance entre el general retirado y su biógrafa comenzó en 2011, dos meses después de asumir el cargo de jefe de la CIA y terminó hace cuatro meses.

Medios estadounidenses indican que, la destinataria de esos mensajes era Jill Kelly, de 37 años y residente en Tampa (Florida, sudeste). La mujer sería una vieja amiga del general.

Según el diario The New York Post, las dos mujeres parecían “competir por el reconocimiento (de Petraeus), no por su afecto”.