Tegucigalpa, Honduras.- Como si supiera que sería su última aparición en la Plaza de San Pedro, el papa Francisco quiso despedirse del pueblo que tanto amó. El domingo 20 de abril no fue un domingo cualquiera para la feligresía, y mucho menos para Marcela Ulloa Beltrán, una colombiana católica que había pedido con fe a Dios que le permitiera ver al pontífice.
Ulloa y 11 integrantes de su familia tenían la promesa de visitar el Vaticano para agradecer el milagro de su vida, luego de pasar dos meses hospitalizada y en la unidad de cuidados intensivos a consecuencia del covid-19.
En los días previos a su visita con la familia, Francisco había sido ingresado a la clínica afectado por una neumonía. Marcela se preguntaba si sería posible verlo aunque fuera de lejos, escuchar sus palabras y recibir su bendición.
“Yo le decía a Dios: ‘Por favor, permíteme que el Papa pueda salir para los días en que estemos allá en el Vaticano. Permítenos, por favor, recibir su bendición’”, comentó con profunda devoción la joven periodista de Bogotá en entrevista telefónica con EL HERALDO.

“Dios me concedió verlo tal como se lo había pedido. Es un hombre con una profunda fe y solidaridad, que marcó su pontificado con su trabajo por los más humildes”, aseguró.
“Salió de sorpresa, estaba débil, casi no podía levantar la mano para saludar, pero eso no fue impedimento para recorrer la Plaza de San Pedro en medio de la multitud, darnos su bendición y compartir la sonrisa que siempre nos hará recordarlo”, agregó con tristeza por la muerte del papa de los pobres.
Peregrinación familiar
El Domingo de Resurrección, en Roma, la familia se levantó muy temprano para asistir a la misa de Pascua, anunciada para las 10:00 a. m. en la plaza, con la esperanza de ver al papa recuperado tras su difícil proceso pulmonar.
La celebración comenzó con cánticos gregorianos. Estaban presentes todos los obispos, unos 300 sacerdotes y una multitud de feligreses que llenaban cada rincón de la Plaza de San Pedro.

Marcela relató que estaban con pesar porque “no aparecía por ahí el papa, y de un momento a otro, cuando la misa ya había avanzado, me percato de que está saliendo por la puerta mayor de la parte principal. Dije: ‘No me lo puedo creer...’ Efectivamente, era él, bajando en silla de ruedas”.
El pontífice empezó a recorrer todo el escenario principal, dio su bendición, asintió con la cabeza y pronunció unas palabras en italiano: “Feliz Semana Santa”, “Dios los bendiga”. Era su primera aparición después de 38 días de hospitalización... y también la última, lamenta la feligrés.
En video, Ulloa captó justo el momento en que el Papa sale en silla de ruedas a saludar a la multitud de feligreses, en medio de aplausos por su vida. Francisco levanta levemente su mano derecha para agradecer el cálido gesto.
El pulso de Marcela estaba a mil revoluciones al ver al Papa. “Eso fue una alegría muy grande. Algo me decía en el corazón, y en medio de mi promesa, que él iba a salir y que me iba a dar su bendición”.

Un recadito a Dios a través del Papa
En el silencio reverente que llenó la atmósfera con la salida del papa a la plaza, Marcela dijo que aprovechó aquella oportunidad divina para enviarle un mensaje a Dios a través de él.
“Había soñado con ese momento: estar al lado de mi familia, dándole gracias a Dios por mi vida, por ser sobreviviente de Covid-19. Agradecí también al papa, porque ha sido un referente en mi vida desde que fue nombrado hace 12 años, y así se lo hice saber”.
La muerte del Papa ha sido un golpe emocional para ella y para millones de personas. "Su fallecimiento me ha dado duro, he llorado... pero en medio de todo, le he dado gracias a Dios porque tuve la oportunidad de sentirlo, de tenerlo cerca, así como se lo había pedido y Dios me permitió cumplir ese sueño".
En lo más crítico de la pandemia, Marcela contrajo el coronavirus estando embarazada de cinco meses. Su situación se complicó al punto de permanecer hospitalizada durante 60 días, en los que atravesó por tres intubaciones, un derrame pulmonar, una cesárea prematura con apenas seis meses de gestación, un paro respiratorio y un proceso de reanimación.
“Toqué la muerte, y es ahí cuando tuve ese contacto espiritual. Yo decía: ‘Dios mío, no me desconecten’, al escuchar el pito de las máquinas... era como el grito de la muerte. En ese momento me concentré en rezar, oré por mi vida y se la puse en manos de Dios”.

Casi cuatro años después, Marcela tiene la oportunidad de compartir su testimonio y ver crecer a sus dos niñas, en especial a la pequeña Gabriela, la bebé que llevaba en su vientre en aquel momento oscuro. Su visita al Vaticano fue un acto de profundo agradecimiento por el favor divino recibido.
La última misa en la que apareció el papa Francisco estuvo colmada de devoción, cantos, oraciones... de mucha meditación. Sin saberlo, era su despedida. ¡Descanse en paz papa Francisco!, concluyó.