Honduras

La fotografía de cajón

La cámara fotográfica sobrevivió dos veces a las llamas y a la inundación generada por el histórico huracán Mitch, pero su último usuario fue abatido por la violencia irracional que azota el país.

FOTOGALERÍA
07.04.2014

Tres disparos inesperados eliminaron una tradición que no pudo ser destruida por dos incendios y un poderoso huracán.

José “Joche” Laínez Lanza fue el último de los fotógrafos capitalinos que utilizaba una cámara de cajón, que resistió los avances tecnológicos, la inflación y la moda de las fotos a color.

Don “Joche” atendió a sus clientes durante unos 30 años, en una esquina situada entre la quinta avenida y tercera calle de Comayagüela, hasta que el 31 de octubre de 2012 cuando fue ultimado por un desconocido en su centro de trabajo.

El legado

La cámara de aluminio sin registro de marca y fecha de fabricación le fue heredada por la tía Blanca Laínez, quien antes la había usado por casi 20 años en este mismo sitio.

Fue el regalo que recibió don “Joche” cuando optó por dejar a un lado el azadón y el surco en la sureña comunidad de San Miguelito, Francisco Morazán, para migrar a la ciudad en busca de un mejor futuro.

Cuando don “Joche” ocupó un espacio en la conocida esquina de los fotógrafos, comenzaba a nutrirse de puestos de ropa y calzado y se agigantaba así en la plena vía pública el mercado Quinta Avenida.

En ese entonces, desfilaban frente a su lente los estudiantes que necesitaban fotos para su carné y los adultos para gestionar su tarjeta de identidad.

Isabel Laínez recordó que su padre atesoró una importante cantidad de cámaras durante su vida como fotógrafo artesanal, pero su preferida era la de cajón.

Sin embargo, cada vez se le dificultaba más utilizarla porque los precios del papel especial y de los químicos utilizados en el proceso de revelado se encarecían de una manera lenta, pero sin pausa.

Don “Joche” aún tenía la inmediatez, como una carta bajo la manga de tela negra de su cámara, para ganar la fidelidad de sus clientes.

El precio de las fotografías era el contrapeso. Para el caso, las cuatro gráficas tamaño carné llegaron a costar más de 60 lempiras. Entonces don “Joche” optó por utilizar otras cámaras y ofrecerles a sus clientes opciones y precios más bajos.

“Algunas personas, pese a ello, se tomaban las fotos con la cámara de cajón, pero luego, se les hacía caro pagarlas. Mi papá les advertía que el material era muy costoso y que estas fotos serían expuestas en la calle, si optaban por dejarlas”, recordó Suyapa Laínez, una de las hijas menores.

Cada lempira era necesario, pues este fotógrafo necesitaba el dinero para alimentar y darle educación a sus hijas.

“Mi padre en total procreó a siete hijos con diferentes señoras. Mi madre se separó de mi papá y luego rehizo su hogar con otro hombre, que se la llevó para Estados Unidos, en donde ahora viven”, recordó Isabel con nostalgia.

El esfuerzo fructificó, e Isabel se graduó de perito mercantil en el instituto Central Vicente Cáceres y obtuvo su título de licenciada en Contaduría en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), en donde está por terminar una maestría.

Por su parte, su hermana Suyapa atiende un negocio de calzado en el mercado Quinta Avenida y estudia Trabajo Social en la UNAH.

La vieja cámara sobrevivió a la histórica inundación causada por el huracán Mitch en 1998 y a dos incendios del mercado Quinta Avenida.

Ahora no hay manos que puedan utilizarla y sus hijas la guardan como un objeto que les recuerda a su amado padre, que miles de veces dijo a sus clientes “la cámara no engaña, el que es feo, es feo”.

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