Barcelona, España
Los Jardines de Villa Cecilia es un punto de encuentro para quienes ya descansan tras una vida de trabajo y para quienes aún no tienen que preocuparse por un empleo, sino por jugar.
Día tras día son frecuentados por personas mayores y niños pequeños que encuentran allí la inestimable oportunidad de pasar tiempo juntos, al aire libre, como aún lo hacen en los parques centrales las personas de nuestros pueblos.
Es lo que les ofrece este lugar que no pide admisión; portones que solo cierran por la noche, piedra sobre piedra bien puesta, áreas de paso mantenidas y un área verde bien cuidada coronada por árboles longevos que en verano dan sombra a este oasis entre los edificios de la ciudad.
Más longevos que esos árboles son un grupo de ancianos que día a día se reúnen a las 10:00 de la mañana para jugar al juego mediterráneo de la petanca, algo así como mables metálicos gigantes que se lanzan con la palma de la mano en partidos disputados entre equipos.
Se reúnen todos los días, sea invierno o verano, con lluvia, frío o calor, y pasan juntos los años de descanso de su vida en un país que, si bien económicamente no es el más rico del mundo, cuida con recelo su calidad de vida y la dignidad de sus mayores. Económicamente España está en otra liga, a la cola de un pelotón liderado por países como Estados Unidos o Singapur.
Pero está a la cabeza de una liga más completa aún que no se mide solo por lo económico; y lo está, sobre todo, por la riqueza de su forma de vivir.
Un lanzamiento con fuerza desplaza la pelota hacia el punto desde el que se les toma fotografías y eso da pie a Gonzalo Vera para empezar una conversación.
“Mira a todos los que estamos aquí reunidos. Si sumas nuestras edades te darás cuenta que estás frente a más de 2,000 años de vida”, cuenta con orgullo este empresario de la alta costura jubilado que a sus 75 años ha acogido a este grupo como su tribu.
“Hace poco murió el mayor de nosotros, con 93 años, y una semana antes estaba aquí jugando a la petanca. Cuando pienso en él me doy cuenta que a mi edad apenas estoy debutando en este juego”, cuenta con una risa enmarcada en su barba blanca que contrasta con lo negro de su anteojos de sol.
Un país mayor
Si comparamos a España con Honduras, donde cerca de 70% de la población es menor de 30 años, queda claro que son un país con una demografía marcadamente mayor. En 2014 el 29% de los españoles era mayor de 55 años mientras apenas un 25% tenía menos de 25, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadísticas de España.
Esto tiene mucho que ver con la esperanza de vida, que se encuentra entre las más altas de la Unión Europea. En 2014 fue de 85.6 años para las mujeres españolas y 80.1 años para los hombres.
La falta de jóvenes y abundancia de gente mayor es en parte responsable de que existan posibilidades de trabajo para inmigrantes como las mujeres hondureñas.
Si bien Gonzalo Vera y sus amigos han llegado a la vejez con una situación saludable y acomodada, familias de todos los niveles económicos recurren a mujeres extranjeras para cuidar de sus mayores, cuando lo precisan, en un país en el que quedarse en casa no compensa para los cabeza de familia.
No son, sin embargo, los mejores años para España. La bonanza que vivieron desde su ingreso a la Unión Europea en 1986, en la que el sector de la construcción jugó junto al turismo el papel de motor de la economía, llegó a su fin con la crisis mundial del 2008, que los afectó de forma marcada.
Los trabajos “del ladrillo” desaparecieron para quizá nunca volver con la misma intensidad, y el país se sumió en una depresión profunda arrastrado por un crisis inmobiliaria.
Aun así, el cuidado de los mayores siguió siendo una prioridad y necesidad para muchas familias, que por cifras que van de entre 500 a 1,000 euros al mes conseguían mujeres extranjeras que cuidasen de ellos.
Estos trabajos, dependiendo del carácter y posibilidades de los empleadores, son considerados entre los más duros por las hondureñas migrantes. Muchas mujeres jóvenes como Carmen Juárez, cuya historia se contó en las páginas anteriores, encontraron un punto de arranque en España o un empleo permanente realizando esta labor.