Tegucigalpa, Honduras.- Más de mil familias hondureñas han recibido una de las llamadas más temidas: la que confirma la muerte de un ser querido en un accidente vial.
Entre enero y julio de 2025, la Dirección Nacional de Vialidad y Transporte (DNVT) ha registrado 1,054 fallecidos en incidentes de tránsito, una cifra que evidencia cómo la violencia vial continúa superando en letalidad a muchas enfermedades e incluso a la criminalidad común.
A esta alarmante estadística se suman más de 10,000 accidentes viales ocurridos durante el mismo periodo, lo que confirma la urgencia de fortalecer las medidas de prevención y educación vial en el país.
El patrón se repite una y otra vez, de cada 10 accidentes, 7 involucran a motocicletas, un medio de transporte cada vez más común en el país, pero que también es uno de los más letales.
“De esos motociclistas, un 40% pierde la vida, y una gran cantidad queda con lesiones bastante graves”, lamenta el subinspector y vocero de la DNVT, César Aguilar.
Los datos reflejan una epidemia silenciosa, impulsada principalmente por el factor humano.
Aguilar asegura que el 99%, o incluso el 100%, de los accidentes podrían evitarse si se respetaran las normas básicas de conducción, no exceder los límites de velocidad, mantener distancia prudente entre vehículos, evitar distracciones como el celular y manejar a la defensiva.
“Este es un llamado urgente a la conciencia, a la ciudadanía y a la responsabilidad al momento de ir en los ejes carreteros”, subraya.
Comparado con el mismo período del año anterior, el panorama no mejora: en los primeros siete meses de 2024 se registraron 1,077 muertes, lo que muestra una ligera reducción de apenas 23 víctimas, pero que sigue representando un promedio de 5 personas fallecidas al día en las carreteras del país.
La geografía de la muerte tiene sus focos claros, Francisco Morazán y Cortés son los departamentos que concentran la mayor incidencia de accidentes viales.
Esto se debe a su alta densidad vehicular, mayor urbanización y, en muchos casos, al desorden vial y la falta de cultura preventiva.
Pero el problema no solo es de quienes conducen. La infraestructura también pone su parte: calles sin señalización, carreteras deterioradas, falta de controles viales efectivos y escasa presencia de patrullaje en zonas de alta peligrosidad agravan el panorama.
A esto se suman conductores sin licencia o sin capacitación mínima, y el uso cada vez mayor de motocicletas como medio de trabajo sin las condiciones mínimas de seguridad.
“La vida no tiene repuesto. Podemos cambiar una llanta, arreglar un vehículo, pero no podemos recuperar una vida humana. Esa es la dimensión del daño que causan estos accidentes”, recalca Aguilar.
Mientras tanto, las cifras crecen, las familias se enlutan, y el país sigue sin detener esta emergencia.
Responsabilidad
Para las autoridades de la Asociación de Víctimas de Accidentes Viales Apoyo Mutuo, las fatalidades por accidentes viales es catalogada como una pandemia más.
Recalcan que la seguridad vial es una responsabilidad integral donde interviene las normativas, infraestructura vial, autoridades y la ciudadanía. Pero es el factor humano el que impacta de manera directa.
Por una persona que muere o resulta lesionada, la familia es otra víctima que sufre por perder a un ser querido y lidiar para recuperar las graves heridas de su familiar.
Se enfatizó que se debe buscar una solución integral para evitar que más personas mueran y resulten lesionadas, ya que el daño colateral impacta de manera directa en toda la sociedad.