Tegucigalpa, Honduras.- Rixi Moncada, candidata presidencial del partido Libertad y Refundación (Libre), afirmó en un foro televisivo que “siete de cada diez personas en Honduras viven en extrema pobreza”. Esta declaración fue parte de su argumento para justificar que es necesaria una transformación política y económica en el país.
No se trata de una afirmación aislada. El 26 de marzo de 2025, en otro foro televisivo, Moncada ya había aseverado que “ocho de cada diez hondureños viven en pobreza extrema”.
Con estas afirmaciones, Moncada sostiene una narrativa que no corresponde con los datos oficiales. La repetición pública de cifras erróneas no solo aumenta su responsabilidad como aspirante presidencial, sino que también obliga a precisar los hechos.
EL HERALDO Verifica, a continuación, analiza en este explicativo el porqué ocurre la difusión de datos erróneos, como las cifras de pobreza extrema.
Mentira repetida
En el campo de la desinformación, esta práctica se conoce como la técnica de la mentira repetida, asociada con el efecto de ilusión de verdad: una falsedad, al ser reiterada en distintos espacios y momentos, adquiere una apariencia de veracidad simplemente por su exposición constante.
No importa cuán errónea sea la información; si se repite con suficiente frecuencia y convicción, termina calando en la opinión pública como si fuera un hecho, aseguran estudios.
Este fenómeno tiene un impacto particular cuando se utiliza para construir una narrativa política. En vez de apelar a datos verificables, se apela a emociones: se exagera la crisis, se maximiza el problema y se presenta al candidato como el único capaz de resolverlo.
Así, el discurso deja de estar orientado a informar y pasa a servir como un instrumento de persuasión emocional, basado en percepciones distorsionadas. Se siembra desconfianza en las fuentes oficiales, se desacreditan los datos técnicos, y se crea una sensación de urgencia que favorece propuestas radicales.
En el caso de la afirmación de Moncada, como ha aclarado EL HERALDO Verifica, el Instituto Nacional de Estadística (INE), mediante la Encuesta Permanente de Hogares de Propósitos Múltiples (EPHPM), publicó recientemente los datos actualizados sobre pobreza extrema en Honduras.
Según el informe, el 40.01 % de los hogares hondureños se encuentran en condición de pobreza extrema. Es decir, cuatro de cada diez personas, y no ocho como dijo Moncada. La diferencia es significativa: su declaración duplica el dato oficial, lo que la convierte en una falsedad comprobable.
Este tipo de errores no solo desinforman; también distorsionan el análisis público sobre un problema tan delicado como la pobreza. Afirmar que el 80 % de la población vive en pobreza extrema proyecta una estadística que dista de las oficiales.
Aunque los niveles de pobreza en Honduras siguen siendo elevados y preocupantes, exagerar los datos contribuye a generar alarma y a construir una percepción distorsionada del contexto nacional, advierten los expertos consultados.
Los datos del INE muestran, además, una leve tendencia a la baja: en 2023, la pobreza extrema era del 41.4 %, lo que representa una reducción de 1.4 puntos porcentuales en un año. Y si se comparan con los datos de 2022, la disminución es de 13.6 puntos porcentuales.
Para el analista político Luis León, el problema va más allá de las repeticiones. Se trata también de una falta estructural de formación y criterio en quienes aspiran a cargos públicos de temas importantes para el país, lo que provoca que caigan en falsedades e inexactitudes.
“Tenemos políticos, en su mayoría, muy incapaces. Claramente, existe una debilidad muy fuerte en la clase política hondureña, en cuanto a conocimiento, capacidad y, sobre todo, en cuanto a interpretación".
Por la misma línea, el analista Omar García opinó que “el político va a buscar mentir. De repente hay gente que lo que quiere es escuchar cosas grandes, pero no que lo aterroricen en la realidad que se tiene ahorita”.
Por su parte, para la economista Liliana Castillo, los políticos “utilizan este indicador con el propósito de hacer ver que la población tiene mejor o peor calidad de vida; sin embargo, muchas veces la percepción de la población es diferente con los indicadores oficiales”.
¿Error o estrategia?
Lo preocupante no es solo el dato incorrecto, sino el contexto en el que se afirma. Rixi Moncada aspira a dirigir el país, lo que implica una responsabilidad aún mayor al comunicar cifras como las relacionadas con la pobreza.
De acuerdo con especialistas, la insistencia en una cifra equivocada puede interpretarse como una estrategia deliberada para generar impacto emocional en el electorado.
El uso de datos falsos en campañas electorales no siempre responde al desconocimiento; muchas veces forma parte de un cálculo político para intensificar el descontento social, promover una narrativa de crisis total y posicionar al candidato como única alternativa de “salvación”.
Exagerar la gravedad de un problema puede resultar efectivo para captar atención y simpatía, especialmente en contextos de alta frustración social. Sin embargo, el costo de esta estrategia es alto: debilita el debate democrático y pone en entredicho la integridad del discurso político.
Muchas veces, una falsedad logra instalarse porque no es desmentida con prontitud o contundencia. Por eso es clave el papel de medios y plataformas de verificación para romper el ciclo de la desinformación.
En el caso de Moncada, las cifras del INE son claras y públicas. Aun así, su versión duplicada del dato se ha escuchado en distintos foros sin corrección inmediata, lo que aumenta el riesgo de que se convierta en “verdad aceptada”.
Estos casos subrayan la importancia de contrastar las declaraciones públicas con información verificada y el riesgo de hacer una repetición de la misma.
La ciudadanía merece conocer la realidad basada en datos oficiales, no en narrativas erróneas. La pobreza es un desafío urgente que requiere soluciones serias, no exageraciones en sus cifras con fines electorales.
En conclusión, este tipo de declaraciones erróneas no solo desinforman, sino que también comprometen la integridad del discurso político.
En tiempos electorales, la verdad debería ser un compromiso ineludible para quienes aspiran a dirigir el destino del país, con datos e información verificada, con el fin de no socavar la democracia y la confianza pública a largo plazo.