Tegucigalpa, Honduras.- La caída de Koriun Inversiones, una empresa que operaba ilegalmente bajo un esquema piramidal tipo Ponzi, ha expuesto no solo el vacío regulatorio en el sistema financiero hondureño, sino también la manera en que la desinformación puede aprovechar una crisis para distorsionar la realidad, polarizar a la sociedad y erosionar la confianza en las instituciones.
Más de 35,000 hondureños depositaron en esta supuesta financiera no solo su dinero, sino también sus expectativas de una vida mejor.
La empresa prometía una rentabilidad semanal del 5%, un modelo claramente insostenible basado en el ingreso constante de nuevos participantes para cubrir los pagos de los antiguos.
La Comisión Nacional de Bancos y Seguros (CNBS) confirmó que Koriun no contaba con ninguna autorización oficial para operar.
Tras el allanamiento realizado el pasado 23 de abril, se incautaron 69 millones de lempiras en seis cuentas bancarias y otros 358.7 millones en efectivo. En total, la empresa controlaba más de 428.7 millones de lempiras.
Desde entonces, miles de personas afectadas han salido a las calles para exigir respuestas y la devolución de su dinero. Pero en medio del dolor y la indignación, una segunda amenaza comenzó a tomar forma: la desinformación.
Una crisis real, contaminada por mentiras
La cobertura del caso ha sido invadida por información falsa, manipulaciones y tergiversaciones que se propagan a través de redes sociales, cadenas de mensajería e incluso declaraciones públicas.
En un entorno emocionalmente cargado, cualquier dato mal interpretado puede volverse viral y adquirir el peso de una verdad incuestionable.
Entre los contenidos más difundidos figuran imágenes falsificadas que simulan publicaciones de medios confiables, declaraciones apócrifas de figuras públicas y comunicados inventados.
Por ejemplo, se viralizaron citas falsas atribuidas a Rixi Moncada y Salvador Nasralla, supuestamente en respaldo a los inversionistas de Koriun.
También circuló un comunicado atribuido a la Asociación Hondureña de Instituciones Bancarias (AHIBA), en el que se afirmaba que los bancos iniciarían la devolución de los fondos incautados.
La realidad es que AHIBA negó rotundamente esa versión y aclaró que los bancos no tienen responsabilidad en el proceso de reembolso.
Este tipo de contenidos no solo generan confusión: refuerzan narrativas que dividen a la sociedad, alimentan el resentimiento y erosionan la posibilidad de encontrar soluciones colectivas.
“En contextos de crisis, las decisiones no se toman por lo que uno sabe, sino por lo que uno siente. Y ahí es donde la desinformación actúa: como un virus que se instala en la urgencia y la emoción”, advierte Javier Franco, periodista experto en desinformación.
Desconfianza como estrategia
La desinformación no surge en el vacío. Se alimenta de la incertidumbre, el enojo y la falta de respuestas claras. Y en ese terreno fértil, no solo distorsiona los hechos, sino que mina la credibilidad de las instituciones encargadas de resolver el problema.
Uno de los focos de ataque ha sido la CNBS. Aunque el ente confirmó oficialmente las cifras del decomiso a Koriun, en redes sociales circuló una imagen falsa en la que se aseguraba que apenas se habían encontrado dos millones de lempiras en bancos, alimentando la sospecha de corrupción y ocultamiento.
Además, se intensificaron los pedidos de renuncia de su presidente, Marcio Sierra, especialmente por parte de empresarios como Eduardo Facussé, en medio de una creciente desconfianza generalizada.
La alcaldía de Choloma también fue blanco de una noticia falsa: un contenido que suplantó la identidad gráfica LA PRENSA afirmó que Koriun había pagado 14 millones de lempiras por un permiso de operación, dinero que supuestamente se destinó a la campaña del alcalde Gustavo Mejía.
La historia fue desmentida oficialmente por la municipalidad, que calificó el contenido como un intento de desprestigiar al gobierno local.
“La desinformación no solo es un problema de medios o de política. Es una amenaza directa a la economía, la justicia y la confianza social. La mentira digital no puede seguir siendo más veloz que la prevención”, sostiene Franco.
El caso Koriun no es solo un escándalo financiero: es un espejo de las grietas institucionales, sociales y comunicacionales de Honduras.
Y la desinformación no es un daño colateral: es un actor central en esta crisis, que aprovecha la desesperación para sembrar desconfianza, amplificar el caos y debilitar los lazos entre ciudadanía e instituciones.
Mientras los afectados esperan justicia y el país debate responsabilidades, es urgente recordar que, en tiempos de crisis, la información verificada no es un lujo: es una necesidad democrática.