Tegucigalpa. Su discapacidad no solo los enfrentó a un mundo de discriminación y falta de oportunidades sino también al abandono de sus familias.
El sonido de un timbre alertó la llegada de EL HERALDO a la Casa Hogar Bencaleth en la zona cuatro de la colonia Cerro Grande.
Al ingresar, una amable mujer de piel clara consultó el objetivo de la visita, mismo que dio paso a un conmovedor recorrido.
Después de obtener una autorización, la dama condujo a EL HERALDO hasta el final de uno de los pasillos de la limpia y bien decorada instalación.
Con su mano tomó el llavín de una puerta y la golpeó suavemente con su puño para ingresar a la habitación en la que aseguró estaban los menores del hogar.
Dentro del amplio salón, un numeroso grupo de niños, niñas y jóvenes alrededor de una mesa realizaba calladamente hermosas flores de papel.
Al percatarse de la llegada de personas ajenas a su institución, levantaron sus manos con notable dificultad para ofrecer un respetuoso pero eufórico saludo.
Su tarea en la elaboración de flores no paró por la visita, lo único que cambió fue la dulce sonrisa que mantenían en sus rostros mientras el lente de la cámara de EL HERALDO plasmaba en las fotografías el arte que desarrollaban con sus manos.
Las instrucciones para su labor les eran dadas por Verónica Salgado, una voluntaria del centro que con pasión y entrega regala horas de su día en la enseñanza de manualidades a estos pequeños.
“No soy maestra pero soy voluntaria”, dijo Salgado a EL HERALDO mientras entregaba a un menor un delgado hilo metálico con un flequillo de papel morado en un extremo.
“Vengo a enseñarles a hacer manualidades, ellos hacen flores, bisutería, decoran muñecas, hacen bufandas, todo eso se los hemos enseñado”, indicó la dama de aproximadamente 45 años.
“Aquí también les fomentamos la pintura, el arte y tenemos locutores y hasta poetas”, explicó Salgado al referirse a uno de los callados menores que con delicadeza enrollaba un pedazo de papel crepé color amarillo en un delgado alambre de metal.
Era Cristhian, de 16 años, el pequeño que llegó al centro desde que tenía ocho y que sufre de una enfermedad denominada distrofia muscular. Esta afección hereditaria se caracteriza por provocar debilidad en los músculos que generan voluntariamente los movimientos del cuerpo.
La timidez albergó al menor, que sueña con ser un gran escritor y publicar un libro con los poemas que surgen en las horas de tranquilidad del centro.
Sin embargo, después de unos minutos de solicitar conocer sus obras, el pequeño entregó una pequeña libreta color azul celeste con numerosos escritos con lápiz tinta negra.
“Con una mirada de tus ojos de cielo me robaste el corazón. Con una sonrisa muy hermosa conquistaste mi corazón. Y con un beso endulzaste lo más profundo de mi corazón”, rezaba uno de los escritos que se animó a mostrar a EL HERALDO.
Pese a que Cristhian, originario de Ojojona, Francisco Morazán, tiene a su madre viva, el menor reside en la Casa Hogar Bencaleth, un centro que alberga a menores con discapacidad física, parálisis cerebral, discapacidad visual, retardo mental, microcefalia, entre otros, y que han sido abandonados.
“Son niños que han sido denunciados ante el Ihnfa (el desaparecido Instituto Hondureño de la Niñez y la Familia), por maltrato algunos, entonces el Ihnfa va, los recoge, los tienen en Casitas Kennedy, donde estimen conveniente y luego los distribuyen a diferentes centros que existimos o hogares”, explicó Dora Castellanos, directora del hogar Bencaleth.
Este hogar fue fundado desde hace 22 años por Rafael Domínguez, esposo de Castellanos, quien reflexionó sobre la necesidad de dar apoyo a los más necesitados e incluyó en su labor de cooperación a sus dos hijas.
Desde su creación, este hogar, que subsiste con actividades propias de la institución, ha sido la casa para más de 300 niños, niñas, jóvenes y adultos con algún tipo de discapacidad. El 90 por ciento de estos han sido niños en condiciones de abandono.
Según Castellanos, el Estado solo contribuye con el 45 por ciento del presupuesto necesario para atender a los casi 30 menores que alberga el centro, de los cuales solo cuatro son visitados por sus familias.
Además de que los recursos estatales son mínimos, el sistema burocrático del Ministerio de Gobernación representa un problema para acceder a los fondos, según Castellanos.
A criterio de Castellanos, el poco apoyo gubernamental es solo el reflejo de los múltiples problemas que enfrenta el sector.
“Creo que para que se cumplan todos los derechos de las personas con discapacidad no estamos ni en pininos porque hay mucha discriminación cuando una persona quiere conseguir el trabajo, que se lo merece igual a nosotros”, manifestó.
“En las escuelas hemos tenido experiencias muy desagradables, por eso nosotros tenemos la escuela aquí, porque lo que hacíamos se echaba a perder en la escuela porque a los niños los aislaban”, comentó.
Indicó que a la población y a los educadores hondureños les falta capacitación y aceptación de las personas con discapacidad para evitar la discriminación y el abandono de estos menores.
“Debemos pensar en que las personas con discapacidad tienen los mismos derechos que nosotros tenemos y nadie está exento de una discapacidad absolutamente nadie”, comentó.