Tegucigalpa, Honduras.- Cada 21 de diciembre, en el hemisferio norte, experimentamos el solsticio de invierno, un fenómeno astronómico que marca el día más corto y la noche más larga del año.
Durante el solsticio de invierno, el Polo Norte se orienta hacia el espacio exterior, lo que hace que reciba una cantidad mínima de luz solar directa. No obstante, el Polo Sur se inclina hacia el sol, marcando el inicio del verano.
En ciudades como Oslo, Noruega, el sol apenas sale a las 9:18 a.m. y se oculta nuevamente a las 3:12 p.m., brindando tan solo unas escasas horas de luz. En zonas más extremas como Nome, Alaska, los habitantes solo disfrutarán de poco menos de cuatro horas de luz solar.
Sin embargo, en lugares como Prudhoe Bay, Alaska situado dentro del Círculo Polar Ártico, no habrá ni un solo rayo de sol a lo largo del día, lo que marca el inicio de una noche perpetua que se extiende durante varias semanas.
Significado cultural
A lo largo de la historia, el solsticio de invierno ha sido un momento de reflexión y celebración en diversas culturas. Civilizaciones antiguas, como los mayas y los egipcios, organizaban rituales para marcar el inicio de un nuevo ciclo.
Incluso en la actualidad, este día es muy importante para muchas festividades invernales que celebran el renacer del sol y la esperanza de días más largos por venir.
¿Qué sucede después del solsticio?
Los días comienzan a alargarse gradualmente. Aunque las temperaturas seguirán frías en gran parte del hemisferio norte, el aumento en la duración de la luz solar es un indicio de que el invierno, aunque todavía presente, empieza a dar paso a la primavera.