Trending

Los mejores Catrachistes de la semana

—No sé qué me pasa, doctor, pero en seguida pierdo los nervios y me pongo a insultar a todo el mundo.

—Está bien, cuéntemelo todo.

—¿Y qué cree que estoy haciendo, pedazo de imbécil?

22.11.2019

Un médico se enamoró y decide casarse con una mujer que no tenía mucha preparación ni modales.

Un día la lleva a cenar a casa de sus padres. En medio de la cena, ella se levantó y dijo:

- ¡Ya vengo! ¡Voy a mear!

El hombre, muy avergonzado, esperó hasta regresar a casa y le dijo que debía aprender a ser más discreta y que la próxima vez que necesitara ir al baño, dijera “con permiso, voy al tocador”.

Una semana después, durante otra cena, la joven se levanta y dice: Con permiso, voy al tocador…

Los presentes no dicen nada y su esposo, muy contento, le dice: Mi amor, no te tardes...

Y ella responde: ¡No te preocupes amor, tú sabes que yo cago rapidito!

No es lo mismo que te den agua de vaso a que te den un güevazo.

Niño, sal del coche y mira si funciona el intermitente.

—Ahora sí, ahora no, ahora sí, ahora no, ahora sí, ahora no…

- Pues mi novia me dejó, y para colmo, se fue con mi mejor amigo.

- Pues te entiendo perfectamente.

- ¿Sí? ¿Te pasó a ti lo mismo?

-No, que va, pero hablo español.

- ¿Cómo está tu mujer?

- Regular.

- ¿Por qué, está enferma?

- No, es que todas las demás están mejor.

—Oye, ¿sabes cómo se llaman los habitantes de Barcelona?

—Hombre, pues todos no.

Dos amigos: Pienso hablar seriamente con mi mujer.

- ¿Sí?

- Sí, pienso decirle que a partir de mañana compartiremos las tareas de la casa.

- ¡Vaya! Eres un marido

considerado.

- No, lo que pasa es que yo, ¡no puedo con todo!

Mejores amigas: seguiremos juntas hasta que los chicos nos separen...

–Gol.

–¿De quién?

–Di María.

–María, ¿pero quién ha marcado el gol?

—No sé qué me pasa, doctor, pero en seguida pierdo los nervios y me pongo a insultar a todo el mundo.

—Está bien, cuéntemelo todo.

—¿Y qué cree que estoy haciendo, pedazo de imbécil?

Un señor va por el campo con su mula y su perro. La mula, muy cargada, no puede más y se para, hincando las rodillas en tierra, a punto de desplomarse. El hombre, cada vez más molesto e impaciente, comienza a azotar con una vara al pobre animal, hasta que la mula coge y le dice:

—Antonio, ¿así me tratas después de todos estos años en los que te he ayudado fielmente, sin flaquear ni una sola vez hasta hoy, que estoy ya cansada y mayor?

El hombre se asusta y sale corriendo con el perro a su lado. Se detienen casi medio kilómetro más lejos, apoyándose en un árbol mientras intentan recuperar el aliento.

—Joder —dice el perro—, menudo susto nos ha dado la mula cuando se ha puesto a hablar.