Tegucigalpa, Honduras.- Correr antes de que la luz del semáforo cambie al color verde, esquivar los carros con agilidad y gritar con entusiasmo los titulares del día. Así comienza la jornada de los populares canillitas, quienes aún mantienen viva la costumbre de llevar las noticias hasta las manos del pueblo hondureño.
En las calles de Tegucigalpa y Comayagüela, los canillitas venden las noticias del día como una forma de sobrevivir. Con su mazo de periódicos bajo el brazo y su sonrisa amable, desafían el paso del tiempo y las nuevas tecnologías que intentan desplazar al papel impreso.
Para muchos hondureños, ser canillita es un orgullo, ya que no solo se venden malas noticias, sino también aquellas buenas que transforman al lector a medida que avanza por cada párrafo del periódico.
Los canillitas son héroes sin capa que sobreviven en medio del auge digital. En una época en la que las noticias se consumen con un clic, ellos siguen recorriendo calles, parques y bulevares. Su misión no es solo vender un diario, sino preservar el lazo humano entre el lector y la palabra impresa.
Estas personas deben madrugar antes que el sol, esperar el camión repartidor y prepararse para competir con el reloj, la lluvia o el tráfico. Sin embargo, cada ejemplar vendido es una victoria personal, una muestra de que el esfuerzo sigue teniendo valor.
Según una versión popular, el término canillita proviene de los vendedores que corrían con las “canillas” (piernas delgadas) al aire, intentando llegar primero a sus clientes.
Otra atribución apunta al dramaturgo uruguayo Florencio Sánchez, quien en su obra retrata a un niño vendedor de diarios de pantalones cortos, símbolo del sacrificio y la esperanza.
Aunque el tiempo ha cambiado, el espíritu de los canillitas sigue intacto. Muchos confían en sus clientes fieles, esos que cada mañana buscan el periódico impreso para acompañar su café, su rutina y su memoria.
Este 9 de noviembre, Día del Canillita, se rinde homenaje a esos mensajeros de la información que, con su esfuerzo silencioso, sostienen una tradición centenaria. Su labor es una mezcla de sacrificio, nostalgia y orgullo que merece reconocimiento.
Desde la Sala de Redacción de EL HERALDO, enviamos un aplauso a cada uno de ellos, porque gracias a su entrega, las noticias siguen caminando, corriendo y respirando en las calles de Honduras.