Tegucigalpa, Honduras.- Obtener empleo en Honduras no es sencillo. Así lo vivió don Walter Ramos, de 56 años, cuando en 2022 recorrió infinidad de oficinas entregando su currículum sin recibir respuesta alguna.
Un año después, decidió cambiar de rumbo y optar por un trabajo que nunca imaginó: convertirse en repartidor de pedidos con la empresa Speedy.
“Busqué trabajo en todos lados, pero no lo obtuve”, recuerda. Su vida dio un giro en octubre de 2023, cuando un vecino lo animó a probar suerte. “Él me insistía todos los días: ‘Probá, hombre’, me decía. Yo no quería porque no tenía experiencia, aunque manejaba moto. Hasta que un día pensé: ‘No pierdo nada con intentar’”.
Ese 9 de octubre llegó a la oficina de Recursos Humanos en la colonia Loarque. La encargada le explicó que lo único necesario era disposición y ganas de trabajar. Esa oportunidad abrió el camino para convertirse en uno de los repartidores más confiables de Comayagüela.
Su inicio no fue fácil: en su primera jornada solo logró entregar una orden de un centro comercial por el aeropuerto Toncontín a Ciudad Nueva. “Fue un desastre. No sabía qué hacer, me puse nervioso, tardé dos horas. Le conté a la clienta que era mi primera vez y ella me animó”, relata.
Al día siguiente casi renuncia, pero recibió un consejo de su jefa que lo hizo continuar: “me pidió paciencia y me aseguró que iba a aprender bastante de ese trabajo”.
En su tercer día como delivery completó ocho pedidos, y con el tiempo aprendió a manejar el tráfico, a tratar con clientes y a organizar mejor su jornada.
Hoy, asignado a un mall de Comayagüela con cobertura a varios sectores de la ciudad gemela, ya no es “el nuevo” y se ha ganado la confianza de sus clientes, quienes lo reconocen y lo llaman con familiaridad.
“Siempre llamo antes, pido la dirección exacta y aviso cuándo estoy llegando. Nunca doy un tiempo exacto, porque en la calle uno no sabe qué puede pasar”, explica don Walter mientras se ajusta el casco y acomoda su mochila de repartidor.
Con casi tres años en la aplicación, don Walter valora la cercanía que ha desarrollado con las personas. “Algunos ya me permiten entrar hasta sus casas a dejarles la comida. Eso es confianza y para mí significa mucho”.
A sus 56 años, afirma que en este empleo ha encontrado estabilidad económica y emocional. “Aquí me va mejor que en oficinas. No pienso irme a otra empresa. Estoy tranquilo en Speedy”.
Su jornada diaria transcurre entre el tráfico y los pedidos. “El único momento donde tengo que ser rápido es en la entrega. Después todo es relajado; aprovecho para pensar y agradecerle a Dios”.
De este trabajo sostiene a su familia y asegura sentirse orgulloso. “Todos trabajamos por necesidad, pero yo he salido adelante con este empleo. A los jóvenes les digo que no tengan miedo. La experiencia se gana trabajando”.
Con su característico optimismo, don Walter concluye: “Tengo 56 años y todavía me siento con fuerzas. Todo lo hago en el nombre de Dios”.
Su historia refleja la lucha de cientos de hondureños que, con esfuerzo y resiliencia, encuentran en oficios como el delivery una oportunidad para sostener a sus familias y redescubrir la dignidad del trabajo.