Tegucigalpa, Honduras.- Más de dos años han pasado desde los deslizamientos de tierra que destruyeron decenas de viviendas en la colonia Guillén y zonas aledañas, dejando a muchas familias en la incertidumbre.
Pese a las promesas de reubicación por parte de las autoridades de la Alcaldía Municipal del Distrito Central (AMDC), los damnificados siguen sin una vivienda digna.
La tragedia, ocurrida en septiembre de 2022, obligó a centenares de personas a abandonar sus hogares bajo el compromiso de recibir soluciones habitacionales que, hasta la fecha, no se han concretado. Muchos sobreviven en condiciones precarias y sin respuestas claras.
“Me sacaron el 13 de septiembre del 2022 y desde esa fecha todavía no me han dado la casa que me prometieron”, lamentó Francisco Orlando Banegas, uno de los afectados, quien ha tenido que rehacer su vida en medio de la incertidumbre.
“Nosotros hemos ido a Villa Solidaridad, pero realmente no tenemos esperanza, ahí solo han hecho como cinco casitas y todo lo dejaron olvidado”, informó el entrevistado, refiriéndose al proyecto de reubicación anunciado por la Alcaldía capitalina.
La colonia Villa Solidaridad, fue propuesta como solución para albergar a los damnificados de la Guillén. La comuna tiene proyectado construir alrededor de 100 viviendas. No obstante, el avance ha sido mínimo.
“Es cierto que ellos no tienen la culpa, pero se comprometieron con nosotros que iban a ayudar, con el alquiler por mientras hacían la casa, pero no se cumplió”, expresó Leticia Cruz, otra afectada.
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Mientras tanto, los meses transcurren y la esperanza de una solución se desvanece. Muchos han tenido que regresar a sus antiguas viviendas, aunque estas estén dañadas y representen un riesgo.
En declaraciones anteriores, Benjamín Bustamante, director de Control y Seguimiento de la AMDC, aseguró que las primeras viviendas estarían listas en octubre de este año. No obstante, los afectados refutan esa versión y sostienen que no han visto avances recientes.
“No hay maquinaria, no hay personal trabajando... dicen que va, pero no se ve nada. A mis padres, que ya son de la tercera edad, también les prometieron, y hasta ahora nada”, afirmó otra de las damnificadas, quien prefirió mantener el anonimato.
El tiempo sigue su curso, pero las promesas parecen haberse detenido. Dos años después, las familias de la Guillén aún viven bajo techos ausentes y con la esperanza estancada.