Honduras

Aventurera tortuga golfina

Erika se convirtió en la primera tortuga hondureña a la que se le instaló un GPS. El sistema logró detectar que, tras su estadía en el Golfo de Fonseca, se fue a aventurar por las aguas de Baja California, en México, y luego al sur del continente, apuntando hacia Ecuador.

FOTOGALERÍA
10.01.2015

Tegucigalpa, Honduras

Su hogar son las tibias aguas marinas del sur de Honduras. Los dorados atardeceres y el embrujador encanto que impera en el Golfo de Fonseca han enamorado a Erika.

Sus enérgicas y aventureras patas la han llevado hasta las aguas de Baja California, en el noroeste mexicano, pero al parecer el encanto de las costas del sur hondureño no lo cambia por nada.

Se trata de la tortuga Erika, denominada así por los científicos, pescadores artesanales y voluntarios en honor a la señora Erika Villalobos, secretaria del Comité Tortuguero de Punta Ratón y quien durante seis años ha laborado ad honórem en pro de la salvación de la tortuga lora o golfina, que es el símbolo del Golfo de Fonseca.

Este reptil hondureño es el primero al que se le colocó un Sistema de Posicionamiento Global (GPS, por sus siglas en inglés).

El experimento se llevó a cabo en 2012 y, según los registros informáticos, la tortuga estuvo 13 semanas en el Golfo de Fonseca, en el perímetro de la Bahía de San Lorenzo, seguidamente partió hacia aguas internacionales, llegando hasta Baja California, México, donde estuvo en aguas costeras por 12 días, retornando nuevamente en 2013 a desovar al campamento tortuguero de Punta Ratón.

El espécimen fue monitoreado en tiempo real vía satélite en una computadora, y una vez que terminó la época de apareamiento y desove partió nuevamente a las aguas del Pacífico, enfilándose rumbo a América del Sur, buscando hacia el Ecuador.

Lamentablemente, en un punto marítimo hacia esa región se extravió la señal en el monitor, lo que pudiese indicar que perdió su geolocalizador en una lucha, que el ataque de algún depredador le despegó el rastreador de su caparazón o que se descargó la batería del aparato, truncándose así las expectativas de conocer sobre la vida y el recorrido de una de las especies más longevas del reino animal.

Proyecto

El chip de GPS instalado a la tortuga tuvo un valor de 5,000 dólares y lo mismo costó el monitoreo de Erika, además del equipo de computó para el rastreo, en el que se invirtieron 45,000 lempiras.

Estos estudios son relativamente onerosos, por lo que Erika solo pudo ser monitoreada por un año previo a que se perdiera su señal en aguas del Pacífico centro sur de América.

Por tal razón los investigadores y pescadores artesanales hondureños están solicitando ayuda nacional e internacional para continuar con las investigaciones científicas, protección ambiental de la zona y la conversión de los campamentos tortugueros artesanales en centros tecnificados que aseguren la existencia de esta especie en peligro de extinción, todo esto en vista de que la convención que apoya estos proyectos de la tortuga golfina ya no sea de las más pobres y limitadas de todas las convenciones del mundo.