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Luther Castillo Harry: ‘Me castigaban en la escuela por hablar garífuna’

Luther Castillo es de La Mosquitia. Se graduó de médico general en Cuba y sacó un posgrado en Havard.
09.03.2022

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Allá, en aquella caminata en la playa de cinco horas cargando a un enfermo en hamaca, germinó en él la semilla que dio como fruto a ese doctor que elevó la Bandera de Honduras graduándose en Harvard y que ahora busca dejar un legado en la Secretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación. “Eso marcó mi vida para ser médico”, revela el ministro Luther Castillo Harry.

Un científico que se hizo en la adversidad, que es orgullo de su comunidad garífuna y que le tocó llevar sobre sus hombros la pesada losa de su nombre. “Mi padre era muy admirador de Martín Luther King y escogió para mí ese nombre, que conlleva un gran compromiso; no lo puedo evadir ja, ja, ja”, relata el orgullo de San Pedro de Tocamacho, municipio de Juan Francisco Bulnes en Gracias a Dios.

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En esa aldea de La Mosquitia, sin energía eléctrica ni agua potable, él empezó a construir una biografía de éxito. De cruzar una travesía para llegar a la escuela, que incluía casi una hora en canoa, a graduarse en una de las universidad más prestigiosas del mundo. Así es la tremenda historia de superación de este hombre de pensamientos iluminados.

Doctor, Luther no es un nombre cualquiera, ¿eh? Desde niño conocí la historia del doctor Martín Luther King Jr., su trayectoria política y su liderazgo en el momento histórico más álgido y más difícil por la lucha de los derechos civiles en Estados Unidos. Tuve la oportunidad de tener contacto con sus hijos Dexter y Bernice. He visitado la casa donde él nació y creció.

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Luther se graduó en Harvard. Sacó un posgrado en Administración Pública de Gobierno y un certificado en Políticas Públicas y Gerencia.

¿Y cómo fue la infancia de Luther en La Mosquitia?

Son comunidades olvidadas, discriminadas, excluidas y empobrecidas, pero en mi pueblo hay convivencia armónica. Los hombres iban a pescar y cuando regresaban, la esposa mandaba al niño a regalarle a los vecinos. También pasaba que un niño estaba jugando y la mamá lo llamaba para darle pan de coco y él lo agarraba con la mano empolvada y lo repartía entre sus amigos.

¿Le fue difícil estudiar por ser una zona tan rural?

Tras estudiar en mi pueblo, tuve que ir a hacer séptimo, octavo y noveno en la comunidad de Palacios. Teníamos que caminar por la playa, luego tomábamos una canoa como por 45 minutos para cruzar el Río Tinto Negro y llegábamos a Buena Vista, para después caminar a Palacios. Era un trayecto de unas tres horas que hacíamos todos los días.

Convicción total de querer superarse, ¿verdad?

Nuestras madres y abuelas nos despertaban a las 3:00 de la mañana para que nos fuéramos bañaditos. Allí no había calefacción, ja, ja, ja, ja... Nos hacían una burrita: una tortilla con leche y masita de coco. Salíamos a las 3:30 de la mañana de la casa y regresábamos como a las 6:00 de la tarde. Mi papá nos decía que la educación era el único camino para romper las cadenas. Salí a estudiar a La Ceiba.

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Acompañado de su música favorita, la garífuna, Luther muestra sus dotes de bailarín.

En esa época le tocó vivir algo con el idioma, ¿cuál fue esa experiencia?

En la escuela me castigaban por hablar garífuna. En mi aula había un rótulo grande que decía “Prohibido hablar garífuna en este lugar. Ministerio de Educación”. Siempre cuchicheábamos entre los niños y, cuando los profesores nos encontraban, nos pegaban e hincaban con una silla en la cabeza. Nuestros padres nos decían que teníamos que hablar garífuna y eso contradecía a lo que decía el sistema, que teníamos que dejar de hablar garífuna para ser civilizados y educados.

Dice que hubo algo que lo marcó para ser doctor...

Me marcó la situación de los enfermos. Cada vez que la gente se enfermaba había que llevarla en hamaca, esa era la ambulancia. Era un palo largo donde iba la hamaca y los cargábamos por la playa durante cinco horas hacia Sangrelaya, donde había una pequeña clínica. Si se moría en el camino, había que regresarse o dejarlo allá y luego traerlo. En esas caminatas miré el dolor. Llegaban médicos practicantes, que se creían dioses, y por eso dije que quería ser doctor.

Empieza a estudiar en la UNAH y luego se va a Cuba. ¿Cómo se dio todo eso?

Tras el huracán Mitch, retorné a La Mosquitia con el programa de distribución de alimentos y encontré a los médicos cubanos. Me dijeron: “Tú serías un excelente médico”. Me dijeron que habían unas becas para estudiar Medicina y no lo pensé dos veces. Mi hermano me trajo a La Ceiba dos mudadas y unas botas de hule porque decían que había que cortar caña en Cuba para estudiar. Yo decía: no pasa nada, con esta pasada de hambre que estamos viviendo en Honduras. Me fui en 1999 y regresé en 2005. Pude conseguir becas con el presidente Fidel Castro.

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En compañía de la vicepresidenta de Estados Unidos, la abogada Kamala Harris.

¿Habló personalmente con Fidel Castro?

Fui presidente de la universidad y me eligieron para dar un discurso. Allí estaba Fidel y, tras escucharme, me preguntó dos veces: “¿Quién te hizo ese discurso?”. Le dije que yo y me dijo: “Tú vas a ser tremendo médico, pero ya eres un gran poeta”. Me invitó a cenar y allí le dije que necesitaba becas para garífunas y campesinos de mi país. Logramos unificar 87 médicos garífunas y alrededor de 187 fueron los jóvenes favorecidos con las becas.

¿Y cómo es que saca un posgrado en Harvard?

Siempre soñé con ir a otras universidades y yo tenía en la mente a Harvard. Algunos se reían de mí. Un amigo me dijo: “Negro, tú estás loco, porque en Harvard aplican 80 mil y solo aceptan de tres a cuatro mil”. Yo siempre me miraba en los primeros 100.

Y tenía razón, salió entre esos pivilegiados...

Apliqué, esperé y me llegó un correo con una carta así (evidencia el tamaño con sus manos). Abrí el sobre amarillo detenidamente y veo que decía en inglés: “Felicidades, doctor Luther Castillo, has sido admitido a la Universidad de Harvard”. Pegué un salto de emoción, porque desconocía una realidad: que el año escolar costaba 186 mil dólares y yo no podía tener eso ni vendiendo la arena del mar que hay en mi pueblo. Conseguí organizaciones que me patrocinaran. Me salí del campus a alquilar un cuarto porque el dinero no me ajustaba y yo tenía que mandarle a mi familia.

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Aquí posando con el actor estadounidense Danny Glover (derecha) y otras personalidades.

¿Ya tenía una hija?

Sí. La carga académica era muy pesada, por lo que solo cocinaba los domingos. Hacía rice and beans y todo lo del pollo. Los lunes llevaba muslito, los martes alitas, los miércoles pechuguita... ja, ja, ja, para que vieran el plato diferente, aunque era la misma cosa. Así me sobraba un poco de plata para mandar y ahorrar un poquito. Los pobres extendemos la cobija.

¿Cuál es su reto en la Secretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación?

Estamos reordenando. La encontramos quebrada. Me mandaron para que firmara la compra de cafeteras de 40 o 50 mil lempiras y yo no voy a hacer eso ni invertir 600 mil lempiras por rentas anuales de carros de lujo. En tres días pegué los ojos una o dos horas nada más, pero lo hago con compromiso, no por dinero. Lo que gano al mes aquí lo podría ganar en una semana en una consultoría en el extranjero.

Para cerrar, ¿qué opina del sistema de salud?

Siempre he creído que el sistema de salud de este país es un nido de ratas porque ha constituido un instrumento para drenar y robarle las esperanzas a este pueblo. Mi pasión es transformar la salud de este país y algún día voy a ser ministro de Salud. Me lo he propuesto y es un compromiso.

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Con su gabacha de doctor, junto a su pueblo. Luther Castillo fundó un hospital en su región.