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Carlos Prono:'Entraba a la cancha como si fuese un modelo”

Exportero, ídolo del olimpismo y ahora analista en TV y radio
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26.07.2019

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Te dice a las 2:00 de la tarde y está listo media hora antes. Buzo azul celeste. Chumpa azul celeste. Gorra azul oscuro. Se define como un tipo “muy sencillo”, pero en esa vigorosa masa corporal de exportero de los buenos hay reglas que cuelgan de la etiqueta y que no se pueden transgredir.

“Soy amante de la perfección”, se describe en una frase Carlos Prono, aquel argentino que vino al país hace 24 años para enamorar a los hinchas olimpistas y a Sharon, una abogada de Comayagua a la que hizo su esposa hace seis años...

- ¿Cómo la conociste?

En noche de brujas... ja, ja, ja. Yo estaba soltero y andaba con el anzuelo... ja, ja, ja. Vamos con unos amigos argentinos a una fiesta de Halloween y cuando piden a las solteras levantar las manos lanzo el ojo y la veo, le pedí el teléfono y empezamos a salir. Yo ya tenía cuarenta y pico y quería formalizar, estaba cansado de salir tanto.

Había pasado 10 años de mi divorcio y no la quería embarrar, así que fuimos despacio a tal grado que el primer beso creo que se lo di a la quinta salida. Y va todo muy bien...

Todo bien, sí. Pero cuesta un poco ver a aquella fiera de pecho ancho y sudaderas multicolor lejos de las canchas, convertido en un analista de televisión (Maya TV) y radio (Radio Cadena Voces) dirigiendo su programa “Sin anestesia”. Ahora ya no agarra la pelota a una sola mano ni levanta copas con el “León”, su eterna pasión.

Bueno, han pasado 18 años de tu adiós del fútbol... ¿recordás cuánto te duró el famoso luto del retiro?

Nada. En serio, nada. El día que perdemos la segunda final por penales contra Motagua dije: “Hasta acá llego”. Me alegraba el día con mi escuelita de fútbol, en donde tenía 400 niños, y era como que nunca me había ido.

¿Pero no te picaba el gusanito de seguir ligado siendo técnico, por ejemplo?

Cuando me retiro empecé a hacer el curso de entrenador porque yo estaba convencido de que a Olimpia lo iba a dirigir... pero la Escuela de Entrenadores en ese momento era un desorden y yo soy muy meticuloso. O es blanco o es negro, conmigo los grises no van. Entonces como al año me llamó Henry Gómez para iniciar “Los intocables” en Vica y me gustó mucho la idea.

Ahí ya desapareció el deseo de ser técnico, ¿no?

Sí. Pero sabés cuándo más siento la espinita de dirigir a Olimpia: cuando lo veo a Diego Vazquez. Fue tanta la rivalidad que se creó entre los dos que cuando lo veo dirigir digo: “Cómo me gustaría estar en la banca de al lado”. Ahora que volví al estadio te juro que pagaría por estar en el banquillo de Olimpia. Y hubieran sido duelos a muerte, porque si él habla yo hubiera hablado más... ja, ja, ja.

Bueno, así como sos de meticuloso te imaginás cómo estarías hoy si fueras DT.

Ja, ja, ja... ya estaría calvo y tomando pastillas para la hipertensión... porque lidiar con jugadores de fútbol es complicado, son muy irresponsables. No sé si hubiera sido exitoso o me hubiera muerto de un infarto, porque la mayoría de jugadores son muy estrellas, muy vedettes y eso no va conmigo.

Dejaste el fútbol profesional, pero imagino que te seguís echando las potras...

Al principio iba a jugar con los amigos y un día Edgardo Melgar me mete un codazo y me abre la nariz. Listo, me recupero; vuelvo a jugar y un chico saltó, me cabeceó en el ojo y ahí sí me tuvieron que hacer cirugía.

Mirá que en 20 años jugando profesionalmente no me pasó nada y ahora jugando potras me rompen la cara dos veces. Por eso dejé de ir a jugar.

¿No hacés deporte?

Sí. Tenía que hacer algo y desde como el 2001 hasta la fecha juego al tenis. Ahora he parado porque me operaron la rodilla hace como ocho meses.

Y de repente te vemos en la tele y te escuchamos en la radio. ¿De eso vivís?

Sí. Me dedico exclusivamente a mis programas de radio, televisión y a vender publicidad del programa. Trato de hacer todo en la mañana para pasar toda la tarde con mi hijo Tiago (tres años y medio), hasta las 5:30 que me voy para el canal.

Parece que naciste para ser analista... ja, ja, ja.

Disfruto mucho ir a los programas, me encanta organizarlos. Al canal llego una hora y media antes para que esté todo bien porque no me gustan los errores y en la hora del programa les pido a los chicos que están detrás de cámaras que por favor dejen los celulares a un lado.

Sabés que a mí me mata que un presentador llegue un minuto antes del programa. ¿El tráfico? ¿Y dónde vivís vos, en Alaska? Me pone mal, aunque tampoco es que soy un tirano.

¿Y le tirás al Olimpia?

Cuando Olimpia juega mal le tiro duro y eso lo ven bien los motagüenses... por eso me dicen que les gusta mi objetividad a la hora de comentar nuestra Liga.

Una vida tranquila

Baja las gradas Tiago, hondureño de tres años y medio, hijo de una gloria del “Albo”. Ni eso ha hecho que se enferme de fútbol todavía. A decir verdad en la casa de Carlos Prono hay pocas cosas de fútbol. Casi nada. “Lo regalé todo”, lamenta.

“Todo lo he regalado, hasta una sudadera de Toni Schumacher (campeón de la Eurocopa 1980 y bisubcampeón mundial)”, vuelve a lamentar Prono.

- ¿Cómo así que tenías la sudadera de Schumacher?

- Toni la había intercambiado con Luis Islas, de quien yo era el suplente en el Sub 20 de México 1983. Con Luis llegamos a tener una gran amistad y un día que me iba para Colombia le pedí que me regalara un par de guantes. Me dijo que llegara a su casa y preguntara por su madre...

- Y ahí te diste gusto...

- Y claro. La mamá me deja entrar a su cuarto y cuando abro el armario estaba en Disney World... ja, ja, ja. Arrasé con todo, incluyendo el suéter de Toni.

- Ja, ja, ja... mirá si ahora se da cuenta Luis Islas, ¿eh?

- Se dio cuenta y me dijo: “Hijo de puta, te llevaste todo”... ja, ja. Pero vos sabés lo que a Luis le daba la Adidas en implementos. Y si quería otra sudadera de Schumacher solo llamaba y ya, era el portero de Argentina.

Entiendo. ¡Hey!, entonces el pequeño Tiago no juega...

Está chiquito, va a cumplir cuatro años. Es zurdo y cuando le pongo algo para que le pegue le da, pero por ahora pasa más con el celular y la tablet. “No lo presionés”, me dice mi señora.

La otra vez lo llevé al Estadio Nacional, estaba solo para nosotros dos, pero no quiso entrar... me quería matar... ja, ja.

¿Y qué hacen en casa con la familia cuando tienen libre?

A veces nos escapamos los fines de semana al cine. Me gustan los dramas, el suspenso, algo de acción y las películas de la vida real. Por ejemplo, acabo de ver la vida de Keylor Navas en Netflix, altamente recomendada.

Me quedó una duda de tu época de jugador: ¿También eras perfeccionista?

También. Yo entraba a la cancha como si fuese un modelo, bien vestido, bañado, los zapatos bien lustrados. Porque vos sos una imagen y hay chicos que te van a ver, sos ídolo de la gente.

¿Te llovían las mujeres?

Lo que pasa es que yo a Honduras vine con 31 años, casado y con mi hija de cuatro. Entonces pasaba del entrenamiento a mi casa y viceversa. Y ya cuando me divorcié dejé de ser jugador de fútbol... ja, ja, ja. Mujeres te salían, te llamaban y todo eso, pero siempre fui medio temeroso en ese sentido. Aparte me juntaba con muchachos tranquilos, Nahún Espinoza, el “Goyo” Serrano, Rudy Williams...

Veinticinco años y no has perdido el acento argentino.

El otro día estaba hablando con Pedro Troglio y me dijo: “Hablás igual”. ¿Por qué lo voy a perder? Aunque hay algunos que van dos meses a un país y vienen hablando italiano o argentino... ja, ja, ja... no sé cómo hacen. Para hacerme entender sí tengo que cambiar la pronunciación: por ejemplo para pedir una pizza de pollo y cebolla no digo “posho” y “cebosha”, digo pollo y cebolla como pronuncian acá... ja, ja.

¿Tenías cábalas?

El argentino que diga que no tiene, miente. Me acuerdo que yo siempre jugaba con un calzoncillo negro, el mismo cada partido. ¡Lavado, eh!... ja, ja, ja... pero imaginate cómo se puso con el paso de los años.

Es que no me podía faltar los domingos porque como acá en Olimpia ganábamos siempre... recuerdo que nunca perdimos dos partidos seguidos.